miércoles, 9 de diciembre de 2009

1640: Guerra con Francia, los segadores y la mutilación de Cataluña.


Tras la hegemonía política y militar española en Europa y América desde los Reyes Católicos hasta Felipe III, el reinado del penúltimo monarca Habsburgo, Felipe IV, evidenció el agotamiento de una España desangrada tras siglo y medio de lucha en las cuatro esquinas del globo: guerras contra ingleses, franceses, holandeses, protestantes, turcos, berberiscos, descubrimiento, conquista y colonización de América y de Filipinas, etc.

Ante la perspectiva del desmoronamiento del Imperio, el valido de Felipe IV, Conde-Duque de Olivares, intentó aplicar varias medidas para reforzar económica y militarmente al reino. Una de las propuestas de mayor transcendencia fue la Unión de Armas, con la que pretendía involucrar más directamente a los territorios de la antigua Corona de Aragón, que hasta ese momento, debido a la estructura del Estado habsbúrgico, si bien participaba en menor medida que los castellanos en la gobernación del Imperio, soportaban muchas menos cargas tributarias y militares que aquéllos. Así lo recogió Quevedo:

“En Navarra y Aragón
No hay quien tribute un real;
Cataluña y Portugal
Son de la misma opinión;
Sólo Castilla y León
Y el noble pueblo andaluz
Llevan a cuesta la cruz”.

La política centralista del Conde-Duque de Olivares, que aconsejó al rey la uniformización jurídica de todos los territorios de España según el modelo de las leyes de Castilla, encontraba oposición entre las aristocracias de los territorios de la antigua Corona de Aragón, sobre todo en Cataluña, pues las cortes de Aragón y Valencia aceptaron los planes del valido.

GUERRA CON FRANCIA

En 1635, en el contexto de la Guerra de los Treinta Años, estalló la guerra con la Francia de Richelieu, ante lo que Olivares insistió en la aportación catalana de hombres y dinero, a lo que la Diputación de Cataluña se opuso. El valido se quejó de la indolencia del Principado en la defensa del territorio frente a la amenaza francesa, e incluso el Consejo de Ciento se opuso en un principio a enviar tropas para socorrer su propio territorio, a la Cataluña transpirinaica, hoy ocupada por los franceses.

Tras unos años (1629-1638) calamitosos de peste y malas cosechas en toda Cataluña, los problemas causados por el alojamiento y el pillaje de los ejércitos reales que tuvieron que ser enviados contra los franceses que habían atacado por el Rosellón en junio de 1639 tras su derrota en Fuenterrabía, provocaron el enfrentamiento y la revuelta en el verano de 1640. Los catalanes se levantaron al grito de “Visca el rei d´Espanya i muiren els traidors!”, aunque esto no suele ser recordado…

Un testimonio esencial para conocer lo sucedido en aquel tiempo es el de Francisco Manuel de Melo, general portugués al servicio de Felipe IV que fue protagonista directo de los hechos. En las memorias que escribió sobre la guerra de 1640 recogió, con gran simpatía hacia los civiles catalanes y crítica hacia la soldadesca, los diversos hechos que fueron agravando la situación. Uno de los motivos por los que los naturales experimentaron rechazo hacia los soldados, aparte de los desmanes cometidos en materia de alojamiento y pillajes, fue la percepción de muchos de ellos como extranjeros y herejes:

“Contenía el campo católico, además de los tercios españoles, algunos regimientos de naciones extranjeras, venidos de Nápoles, Módena e Irlanda, los cuales no sólo constan de hombres naturales, mas entre ellos se introducen siempre muchos de provincias y religiones diversas: los trajes, lengua y costumbres diferentes de los españoles, no tanto los hacía reputar por extraños en la patria, sino también en la ley: este error platicado en el vulgo del vino a extenderse de tal suerte, que casi todos eran tenidos por herejes y contrarios a la Iglesia”.

El clima de desconfianza y enfrentamiento entre población y los soldados enturbió aún más las ya muy difíciles relaciones entre las instituciones del Principado y la Corona a causa de los intentos de ésta por uniformar administración, impuestos y levas, hasta extremo del ofrecimiento por la Diputación de Cataluña al rey francés Luis XIII del título de Conde de Barcelona.

LOS SEGADORES

Pero hemos de detenernos brevemente en el Corpus de Sangre (conocido así desde una novela homónima decimonónica), episodio esencial de la mitología nacionalista.

Ya con los ánimos desatados y la autoridad real, representada por el virrey Conde de Santa Coloma, en grave cuestión, los acontecimientos se precipitaron. Existía en Barcelona la tradición de que el día del Corpus Christi (que aquel año era 7 de junio) bajasen a la ciudad los segadores de las comarcas vecinas, lo cual sucedió este año de 1640 en unas circunstancias de desorden que se agravaron por la llegada de esta multitud de campesinos.

De nuevo seguimos el testimonio del testigo presencial Francisco Manuel de Melo. Es preciso señalar que, lejos de ser un observador profelipista o simplemente neutral, el portugués manifestó su simpatía por la causa de los rebeldes y en contra de las armas a las que él mismo estaba sirviendo, pues no en vano ese mismo año se entregaría a la causa independentista portuguesa. Relata de este modo la llegada de los segadores en Barcelona:

“Había entrado el mes de junio, en el cual por uso antiguo de la provincia acostumbran bajar de toda la montaña hacia Barcelona muchos segadores, la mayor parte hombres disolutos y atrevidos, que lo más del año viven desordenadamente sin casa, oficio o habitación cierta: causan de ordinario movimientos e inquietud en los lugares donde los reciben (…) temían las personas de buen ánimo su llegada, juzgando que las materias presentes podrían dar ocasión a su atrevimiento en prejuicio del sosiego público”.

Continúa Melo describiendo el comienzo del enfrentamiento con las tropas reales:

“Señalábase entre todos los sediciosos uno de los segadores, hombre facineroso y terrible, al cual queriendo prender por haberle conocido un ministro inferior de la justicia (…) resultó de esta contienda ruido entre los dos: quedó herido el segador, a quien ya socorría gran parte de los suyos. Esforzábase más y más uno y otro partido, empero siempre ventajoso el de los segadores. Entonces alguno de los soldados de milicia que guardaban el palacio del virrey tiraron hacia el tumulto, dando a todos más ocasión que remedio”.

Tras la generalización de los desórdenes, los segadores se dieron al saqueo:

“A este tiempo vagaba por la ciudad un confusísimo rumor de armas y voces; cada casa representaba un espectáculo, muchas se ardían, muchas se arruinaban, a todas se perdía el respeto y se atrevía la furia: olvidábase el sagrado de los templos, la clausura e inmunidad de las religiones fue patente al atrevimiento de los homicidas”.

Continúa Melo relatando que a los soldados y funcionarios castellanos se los mataba y despedazaba, y a los propios barceloneses se les asesinaba bajo acusación de traidores por no apoyar la revuelta y ayudar a los soldados.

“Fueron rotas cárceles, cobrando no sólo la libertad, mas autoridad los delincuentes”.

Finalmente, las turbas dieron muerte al virrey, Dalmau de Queralt, conde de Santa Coloma, al intentar embarcar para escapar de los amotinados, y continuaron el saqueo. Numerosos testigos presenciales dejaron testimonio de las destrucciones, incendios, asesinatos y despedazamientos de cadáveres que se cometieron. Con el trasfondo de los desórdenes antigubernamentales, la revuelta evidenció un componente de revolución social contra la burguesía y aristocracia dominantes y de anárquica venganza de revoltosos y delincuentes, que se afanaron en asesinar a agentes de la justicia. El principal caudillo de los violentos acontecimientos fue Rafael Goday, escapado pocas semanas antes de la cárcel en la que se hallaba pendiente de ejecución. Otro de los cabecillas fue Sebastián Estralau, también forajido y exgaleote.

Ésta fue la revuelta de los segadores, episodio idealizado por el nacionalismo catalán como si se hubiese tratado de un alzamiento nacional y en el que se inspira el que denominan himno nacional catalán, de reciente creación y enseñado a los niños en los colegios de Cataluña.

En una Historia de Cataluña aparecida hace pocos años, de no oculta inspiración nacionalista, los autores recuerdan el carácter de la revuelta de 1640:

El rey, la religión, Dios y el país permanecieron intocables a todas las proclamas de la revuelta. Ninguno de los resortes tradicionales fueron puestos en duda: “Viva el rey y muerna los traidores”, “Viva la fe y mueran los traidores y el mal gobierno”, eran consignas que no permitían ninguna clase de dudas”.
J.Nadal i Farreras & P.Wolf, Historia de Cataluña, Ed. Oikos-Tau, Barcelona 1992, pág. 318.

LA MUTILACIÓN DE CATALUÑA

Durante el verano de 1640 fue extendiéndose la revuelta social por otras zonas de Cataluña, asesinándose a todo aquel que representase algún poder: funcionarios reales, soldados, nobles o simplemente ricos.

Mientras tanto, la tensión entre el gobierno y la diputación catalana no hizo sino aumentar, por lo que Olivares dispuso que un ejército entrase en Cataluña para acabar con el desorden. Pero Pau Clarís y otros representantes de la diputación ya habían comenzado las conversaciones con el gobierno francés en busca de ayuda. A principios de diciembre, mientras el ejército español entraba por el Sur, el francés lo hacía por el Norte.

Poco después, en enero de 1641, por iniciativa de Pau Clarís la Junta de Brazos, y el Consejo de Ciento proclamaba a Luis XIII de Francia Conde de Barcelona. Al mes siguiente moría Clarís. Prácticamente nadie –ni el clero, ni la nobleza, ni los responsables municipales, ni el pueblo en su conjunto- secundó las decisiones de Clarís y los suyos, a los que consideraban traidores. Los delegados de la Diputación en los pueblos y comarcas de toda Cataluña conocían mejor que los dirigentes barceloneses el estado de opinión de los catalanes, más adictos a España que a Francia y a dichos dirigentes. Las masivas negativas a acatar las normas emanadas de la Diputación de Cataluña y de las autoridades francesas tuvieron por consecuencia la prisión, la confiscación y el destierro de muchos y el exilio voluntario de muchos más, aumentando el número de los antifranceses con el paso del tiempo. Aparte de las poblaciones que se habían mantenido fieles a Felipe IV pronto otras se sumaron a la rebelión contra los franceses, como Reus, Lérida, el valle de Arán, Tarragona, etc.

Además, las impopulares medidas tomadas por el rey francés pronto empezarían a evidenciar a las oligarquías barcelonesas el error cometido. A comienzos de 1643 las autoridades catalanas elevaron al rey francés un memorial de sus desgracias, pues el maltrato por parte de la soldadesca y los desafueros de las autoridades enviadas desde París empezaban a hacer añorar los tiempos anteriores, aun con Conde-duque de Olivares incluido. Se denunció a las autoridades francesas que estaban cometiendo los mismos desafueros que habían originado todo el conflicto.

Pedro de Marca, enviado francés a Cataluña en 1643, Consejero de Estado y posteriormente arzobispo de París, escribía:

“Me he confirmado en la opinión de que en Cataluña todo el mundo tiene mala voluntad para Francia e inclinación por España (…) Tengo todos los días nuevas pruebas de que los religiosos, los nobles y el pueblo son muy malintencionados para el servicio del rey (de Francia) (…) ningún partido es pro-francés”.

El marqués de Brezé, virrey francés de 1642 a 1645, escribió igualmente que entre los catalanes “solo veía caras hostiles y sospechosas”, y que ya empezaban a temer que el único interés de la participación de Francia en Cataluña era quedarse el Rosellón.

En 1842, con motivo de una reedición de la obra de Melo, el historiador catalán Jaime Tió añadió varios capítulos al original del portugués, que alcanzaba tan solo hasta el fracasado ataque realista a la fortaleza de Montjuich en los primeros meses del conflicto. Como a continuación Melo se dirigió a Portugal a colaborar en la guerra que libraban sus compatriotas, cesó su presencia en el teatro de operaciones catalán. Tió elaboró un resumen de los acontecimientos que se sucedieron durante los diez años más que duró la guerra hispanofrancesa hasta la victoria final española en 1652. Para ello acudió a fuentes documentales coetáneas de los hechos narrados, depositados en el Archivo de la Corona de Aragón, varios de los cuales insertó en el propio texto. Escribe Tió sobre el crecimiento del ambiente proespañol y antifrancés:

“Mostráronse hostiles a cara descubierta los paisanos, y mostraban ya más buena faz a los castellanos que a sus aliados, a quienes miraban con adusto ceño. Vitoreóse España en muchas partes, gritóse muera Francia, y a mansalva pagaron algunos franceses con la vida”.

Tras los repetidos reveses del ejército francés, muchos catalanes fueron encaminándose hacia Barcelona junto con los ejércitos españoles, que avanzaban sobre Cataluña siendo recibidos por la población con vivas a España y mueras a Francia.

“Su número llegó a tal punto, que la ciudad pensó ver repetidas las escenas sangrientas del año cuarenta”.

Pero esta vez contra los franceses y sus colaboradores.

La Diputación de Cataluña, reunida en Manresa, acordó expresar su fidelidad al rey español. En palabras de Tió:

“Ésta, habido consejo, y bien meditado que bajo el poder de España no había tenido jamás que sufrir desacatos y contrafueros más que cuando un ministro se le había mostrado enemigo, pensó que no existiendo ya tal (Olivares fue destituido en 1643), valía más someterse otra vez al rey, fiando su benignidad y prudencia, que continuar en alianza con los franceses, de quienes Cataluña había sufrido todo linaje de injurias y toda especie de agravios”.

El conflicto finalizó en 1652 con la victoria de Felipe IV y el perdón general, como leemos en la carta de D. Juan de Austria, hijo de Felipe IV, otorgando el perdón en su nombre, de 11 de octubre de 1652:

“de todos los excesos y delitos cometidos desde el año 1640 hasta el día de hoy, sin exceptuar persona, ni delito de cualquier género, condición o calidad, aunque de crimen de lesa magestad, sino es de D. José Margarit, que como principal causa de los daños que se han padecido y por la obstinación con que persevera con sus errores, no es digno de gozar de este beneficio”.

Pero la victoria se consiguió al precio de la pérdida del Rosellón y parte de la Cerdeña, que por derecho de conquista pasaron a manos francesas a pesar de haber manifestado sus habitantes el deseo de volver a integrarse en España, para lo cual incluso se alzaron violentamente contra las tropas francesas.

De esta pérdida, causada por la traición de las instituciones catalanas y su negativa inicial en reclutar tropas para la defensa de su propia frontera (aunque cuando lo hizo fue en número insuficiente) en un momento en el que la Guerra de los Treinta Años obligaba a España a un inmenso esfuerzo militar en las cuatro esquinas de Europa, los nacionalistas acusan hoy, paradójicamente, a España. Por ejemplo Rovira i Virgili escribió esta tendenciosa acusación olvidándose de que el factor fundamental para establecer la nueva frontera fue el hecho consumado de la conquista francesa de dichos territorios:

“El condado del Rosellón y buena parte del de Cerdeña quedaron, sin embargo, en poder de Francia, debido a la mala voluntad o a la torpeza de la diplomacia española”.

En la página web de Convegencia Democrática de Catalunya podemos leer la interpretación nacionalista:

“En 1640, la guerra entre Castilla y Francia tuvo como víctima a Cataluña, y fue repartida entre las dos partes”.

Poco después de la firma del Tratado de los Pirineos (noviembre de 1659) Luis XIV se apresuró a eliminar el régimen foral tradicional, sustituyéndolo por la legislación general francesa. En junio de 1660 firmó el edicto por el que ordenaba la supresión para el Rosellón y la Cerdeña del Consejo Real de Cataluña, la Diputación y todas las demás instituciones catalanas. Diez años después, el 2 de abril de 1670, el Rey Sol prohibía el uso oficial del catalán por ser “contrario a mi autoridad y al honor de la nación francesa”. Por el contrario, Felipe IV no tocó el régimen foral catalán, que quedó incólume.

Este conflicto quedó en la memoria de los catalanes, quienes todavía fueron atacados por la Francia de Luis XIV en varias ocasiones durante las décadas siguientes. Margarit encabezó uno de estos intentos de recuperación de Cataluña, pero los propios catalanes se encargaron de repelerlo. Durante cuarenta años los enfrentamientos bélicos de menor o mayor envergadura entre españoles y franceses fueron constantes en la frontera catalana. Los roselloneses siguieron dejando claro que para ellos era una injuria el considerarlos franceses.

El odio antifrancés –ya viejo en la Corona de Aragón secularmente enemiga de Francia durante toda la Edad Media- sería muy importante cuando medio siglo después se plantease en España el conflicto dinástico entre habsburgos y borbones a la muerte de Carlos II. No en vano gabacho, el término despectivo para referirse a los franceses, es palabra catalana.

Finalizó su relato Tió con estas palabras relativas al conflicto bélico que ensangrentaría Cataluña medio siglo después y a la fidelidad demostrada por los catalanes a España y a la dinastía habsbúrgica:

“Dígalo si no su tesón y el poderoso brío con que defendió a la casa de Austria medio siglo después, cuando alegando derechos el archiduque Carlos y el duque de Anjou, aspiraban entrambos a la corona de España. ¿Qué provincia mostró mayor entereza, ni dio mayores pruebas de su sincero amor que Cataluña? ¿Cuál derramó más sangre propia y enemiga? ¿Cuál combatió con más denuedo? Tenía viva en el alma la imagen de la guerra que hemos descrito, recordaba el abandono de Francia, y acusaba su mala fe (…) y no olvidando que sus derechos habían sido acatados siempre por los antecesores de aquel rey (Felipe IV), hubiera gritado viva España y lo gritó, aun perdida toda esperanza”.

sábado, 5 de diciembre de 2009

La tauromaquia, ¿una tradición catalana?


Este no es un artículo a favor de lo que algunos llaman la "Fiesta nacional", muy al contrario, yo estoy totalmente en contra de cualquier maltrato hacia los animales.
Pero nuestra cultura es la que es, nos guste o no.




El toro es un elemento clásico que forma parte de las fiestas de los países mediterráneos desde hace siglos. Las celebraciones con participación de toros han ido evolucionando a lo largo de los años, según los habituales factores externos.

En Cataluña hay constancia de la celebración de “correbous” y corridas de toros, como mínimo, desde el siglo XV. Ripoll, Camprodon, Figueres, Vallfogona, Sant Andreu de Llavaneres, Vic, Tortosa, Cardona y Olot son sólo algunos de los pueblos dónde se celebran, o se han celebrado, fiestas con toros.

Al contrario de lo que se pueda pensar, las corridas de toros, tal y como las entendemos actualmente, no son una tradición andaluza. De hecho, antes de que se celebraran corridas en Andalucía, ya se celebraban en el sur de Francia, en Cataluña y en el País Vasco.

El papel de Cataluña y de los toreros catalanes en la evolución del arte de la tauromaquia ha sido crucial. Muchas de las leyes, paseos y tradiciones fueron creados aquí. Barcelona fue, durante muchos años, la ciudad más importante del mundo con respecto a toros, y llegó a mantener, con éxito, tres plazas a la vez dónde se celebraban corridas semanales, con carteles de primera fila.

La edad de oro del toreo catalán empieza en 1834, con la inauguración de la primera plaza de toros que hubo en Barcelona. Conocida popularmente como El Torín, fue proyectada por el arquitecto Josep Fontserè i Domènech a partir de un encargo de la Casa de la Caridad, que celebraba corridas para financiar sus gastos. En esta plaza, situada en el popular barrio de la Barceloneta surgió la tradición, mantenida todavía ahora, de acompañar las aclamacions del público con música. Una tarde que toreaba, con mucho de éxito, Rafael Molina Sánchez, Lagartijo (1841-1900), alguien del público, por enfatizar la calidad del trabajo, gritó: ¡Música! Y la orquesta tocó. Desde aquel momento, en todas las plazas, se acompañan las ovaciones del público con música. El Torín cerró sus puertas el 1923, tras casi un siglo de corridas.

La segunda plaza que se inauguró en Barcelona es la de Las Arenas, que se construyó en 1900 siguiendo el estilo mudéjar, muy de moda en la construcción de las plazas de toros de la época. El diseño era del arquitecto August Font i Carreras, tenía capacidad para 14.900 espectadores y costó aproximadamente 1.600.000 pesetas. Las Arenas, actualmente abandonada, fue testigo de hechos trascendentales en la historia de Cataluña, como el mitin de El Chico del Azúcar celebrado en 1916. Más tarde va a convertirse en escenario de conciertos musicales, y espectáculos de circo. La última corrida se celebró el 9 de junio de 1977.

En 1914 se inauguró El Sport, la tercera plaza de Barcelona, financiada por la empresa Milà i Camps (la familia propietaria de la Casa Milà del Paseo de Gracia). Después de algunas reformas, la plaza se reinauguró dos años más tarde con el nombre de La Monumental. Actualmente es la única plaza de la ciudad dónde todavía se celebran corridas.

No solo Barcelona ha sido un centro taurino importante, sino que, en la provincia de Gerona, por ejemplo, se tiene constancia de la celebración de fiestas taurines desde 1715, a pesar de que la primera plaza de la comarca no se construyó hasta el 1819. Actualmente todavía se hacen corridas en la plaza de Santa Eugènia, inaugurada el 1897. Antes, pero, se construyó la plaza de Figueres, concretamente en 1894, financiada por el farmacéutico local, el señor Pau Gelart. También tienen, o han tenido plazas: Tarragona, Vic, Olot, Tortosa y Caldes de Montbuí. La más moderna de Cataluña está en Lloret de Mar, construida en 1965 gracias a la familia Fàbregas i Zulueta.

Como nota curiosa, hace falta reseñar que el día 23 de Abril de 1950, en esta plaza, se filmaron escenas de la película "Pandora y el holandés errante" interpretada por Ava Gardner, James Masson y el actor y torero catalán Mario Cabré.

Evidentemente el éxito de la tauromaquia en Cataluña, respondía a la demanda del público aficionado. En un principio, las plazas las hacían construir y las financiaban los mismos espectadores, y se convertían en propietarios y administradores. El éxito creciente favoreció la profesionalización de la gestión de las plazas y aparecieron empresarios que se dedicaban a contratar carteles y a hacerlos circular por las plazas de toda España. Aquí en Cataluña, uno de los empresarios más importantes fue Pedro Balañá Espinos (1883-1965) que desde el 1939 controlaba las plazas de Barcelona, Palma de Mallorca y otros lugares del Principado. Curiosamente Balañá no era aficionado a los toros, pero se interesó cuando vio las posibilidades empresariales que ofrecía y consiguió que Barcelona se convirtiera en un referente de las corridas a nivel nacional. Especializado en el ocio, Balañá también era propietario de varias salas de cine.

La afición a los toros en Cataluña también favoreció la aparición de toreros catalanes. El primero fue Pere Ayxelà Peroy (1824-1892). Hijo de Torredembarra, Peroy aprendió a torear a Nimes, en el sur de Francia (el otro país referencial en el arte de los toros) e importó las maneras típicas de las corridas de toros francesas, pero las readaptó y fusionó al estilo nacional que se estaba creando en aquel momento. Reconocido más por su valentía y su habilidad que por su arte, Peroy triunfó en Francia, en España y sobre todo en América, dónde vivió durante muchos años.

Cronológicamente, el otro torero catalán que apareció fue Mario Cabré, cualificado, según el crítico Antonio González, como el mejor del segundo tercio del siglo XX.

Pero en Cataluña han surgido también otros personajes importantes del mundo de los toros como por ejemplo Juli Aparici (1865-1897); Eugeni Ventoldrà Niubó (1895); Carmel Tusquellas Fuerzan (1893-1967); Joaquim Bernadó (1936) amigo de Cabré, que destacó por su estilo elegante con la capa y la muleta. O también el banderillero José Bayard Cortés (1858-1906) que introdujo importantes variaciones en el vestido de picador, renovó las técnicas del rajoneo y modernizó la pica.

La pasión torera fue desapareciendo de Cataluña, despacio y por razones diversas. Uno de los factores más importantes es la carencia de ganaderías propias. Los toros de lídia (para torear) venían de otras provincias y esto encarecía las corridas. Otro factor fue la implantación masiva del cine en todas partes. Tal y como pasó con el teatro, el público se especializó y se repartió. Por otro lado, empresarios como Pedro Balañá vieron que era más rentable abrir salas de cine, que organizar corridas.

Otro factor importante es el aumento en la sociedad de una conciencia a favor de los derechos de los animales.

Otro factor, y quizás el más crucial, va más atado a la política y a la cultura propia del país. Es indudable que Cataluña ha sido un referente de la tauromaquia nacional y mundial durante muchos años, pero en un momento político en qué Cataluña necesitaba crear una identidad que la diferenciara del resto de España, se optó por esconder una tradición compartida con el resto de la Nación.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Cataluña, América y la Hispanidad (I)


Como es sabido, las políticas uniformadoras de que siempre hicieron gala los borbones comportaron que su primer representante en España -Felipe V- abriera a la antigua Corona de Aragón, sin ningún tipo de cortapisas ni restricciones, las posesiones españolas en América. (Recordemos que la citada Corona de Aragón incluía el antiguo Reino de Aragón, Cataluña y los reinos de Valencia y Mallorca; sin contar otras importantes posesiones en el Mediterráneo.)

Es por esta carta de libertad que se le concede para comerciar y ejercer cargos públicos en América por lo que el número de catalanes que, a lo largo del s. XVIII e incluso del XIX -en las colonias que aún quedaban-, ejercen papeles de relevancia en el Imperio español de América es francamente más que importante. Pero esta importancia pocos pueden imaginarse que se hubiese, igualmente, dado -como en efecto sucedió- desde el primer momento del descubrimiento del continente y a lo largo, también, de los siglos XVI y XVII. No parece concebible que los catalanes pudiesen haber tenido, prácticamente, presencia durante las dos primeras centurias de la gesta americana a tenor de que los pactos que se derivan de la unificación de los diferentes reinos y coronas de España, a finales del s. XIV, gracias al matrimonio entre Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, "cedían", por un lado, a la Corona de Aragón el campo de acción sobre las tierras situadas al este de la Península Ibérica y, por otro, al Reino de Castilla las situadas al oeste de la misma. Pero una cosa era que la Corona de Aragón no tuviera competencia para emprender empresas de carácter oficial en América y otra bien distinta era que no se pudiese participar a título individual en las empresas organizadas por el Reino de Castilla.

A muchos, sin duda, sorprenderá el número de catalanes que participaron ya desde los viajes del mismísimo Cristóbal Colón. Y más aún sorprenderá la importancia de los cargos y/o funciones que ejercieron.

CATALUÑA, AMÉRICA Y LA HISPANIDAD

“¡Colom! També l’estrella del mar aquí invocava,
l’estrella que la terra promesa li ha mostrat,
per ço en lo primer temple que América fundava
se col la Moreneta gentil de Montserrat”.

Mossèn Cinto Verdaguer


"¡Colón! También la estrella de mar aquí invocaba,
la estrella que la tierra prometida le ha mostrado,
por eso en el primer templo que América fundaba
se cuela la Moreneta gentil de Montserrat".

Sacerdote Jacinto Verdaguer


  "...la colonización indiana es de todas las nacionalidades españolas: de todas ellas son los misioneros, soldados y negociantes que luchan, descubren, gobiernan, fundan y pueblan. Digámoslo con sus palabras: el descubrimiento de América se convirtió en alianza y base de interés común, contribuyendo poderosamente a la unidad de España. Y no en vano Colón llamó Hispaniola (y no Castellana) la primera isla ocupada. Al hacerlo, y lo supiera o no, dejó impreso en el descubrimiento el sello de consagración de la unidad de España" (1)

Quien así se pronunció fue Víctor Balaguer, uno de los padres de la Renaixença catalana, el último movimiento catalán de profundas reivindicaciones hispánicas; de un hispanismo suficientemente alejado del castellanismo y del secesionismo.

Posteriormente, el nacionalismo propalado por Rovira Virgili y tantos otros, enterró la vindicación hispánica de Cataluña y nos ha llevado hasta la actualidad donde todo vestigio de hispanidad es sinónimo de extranjero y, por tanto, poco o nada relacionado con Cataluña. Ante esto, reivindicamos que los catalanes fueron partícipes y protagonistas de la gran aventura hispánica que fue el descubrimiento de América (2).

Fue Luis de Santángel, miembro de la Corte Aragonesa, quien dio el apoyo económico a Cristóbal Colón ante la negativa de los prohombres de Castilla de acometer la aventura de ir a las Indias. Los Reyes Católicos consintieron el viaje después de las presiones del valenciano Santángel. Una vez llegado de su primer viaje a América, Colón fue recibido en Barcelona, concretamente en el Saló del Tinell. A pesar de las pocas crónicas que nos han llegado, el recibimiento que le tributó el pueblo de Barcelona fue entusiasta.

Bernat de Boïl, catalán, ermitaño en Montserrat y consejero del rey Fernando el Católico, y doce monjes (3) de Montserrat, emprendieron al lado de Colón el segundo viaje a América. Boïl fue encomendado Vicario Apostólico de las Indias Occidentales. Las tres primeras iglesias fundadas en América por los españoles fueron dedicadas a Montserrat, Santa Tecla -patrona de Tarragona- y Santa Eulalia -patrona de Barcelona.

Pero lo cierto es que el nacionalismo, lo que niega es la participación de los catalanes en el descubrimiento militar y que Castilla nos apartó del comercio con América (4). Ante la poca consistencia de los planteamientos negacionistas de la presencia catalana, haremos una pequeña pero significativa relación de los catalanes conquistadores de América (5).

Lo que llama la atención, es que fuera un catalán, Jaume Ferrer de Blanes (hijo del municipio gerundense de Vidreres) quien fuera nombrado por los Reyes Católicos en 1.493 para fijar los límites entre España y Portugal en la América recién descubierta -cuestión zanjada en el Tratado de Tordesillas en 1.494.

El primer catalán en América fue Ramón Pané (s. XV, Santa Maria d’Ullà?), lugarteniente de Colón. Fue el primer hombre en publicar un escrito sobre las costumbres y las lenguas de un pueblo de América (6) y fue el primero en hablar una lengua americana. Como militares sobresalen: Joan Orpí Pou (nacido, en 1.593, en la localidad barcelonesa de Piera), conquistador de las zonas de Unare y Aragua y fundador de Nueva Barcelona y de San Pedro Mártir -esta zona fue llamada 'Nueva Cataluña', pero después pasó a la jurisdicción de Cunamá-; Pere Margarit (Castell de l’Empordà, s. XV), compañero de Colón y jefe de la expedición militar, dio nombre a las islas Margaritas en el Caribe; Miquel Ballester (Tarragona, s. XV), alcalde de la isla Hispaniola e inventor del primer ingenio productor de azúcar en 1.498; Joan de Serrallonga (Igualada, s. XV), codescubridor de “Terra Nova”; Joan Grau de Toloriu, mano derecha de Hernán Cortés; Bartolomeu Ferrer, jefe de la expedición española a Tehuantepec; Jaume Rasquí, jefe de la expedición a Río de la Plata; Miquel de Rifòs, mano derecha de los Cabot en las primeras expediciones; Pere Alberni Teixidor (Tortosa, 1741), miembro de los voluntarios catalanes, exploró el Pacífico Norte y descubrió una isla que bautizó como Isla Catalana y que hoy en día se llama Catalan Island en la Columbia Británica; Pere Fages Beleta (Guissona, 1.734), coronel del ejército español, gobernador de California, aventurero y descubridor de Sacramento, el desierto de Mojave, Los Tulares, San Gabriel y muchísimos lugares más; Francesc Jorba Ferran (Sant Sadurní, 1746), miembro del cuerpo de “Voluntarios de Cataluña”, fundó el pueblo de Yorba Linda; Esteve Rodríguez Miró (1744), teniente coronel, fundó Nuevo Madrid en Mirrouri, Monroe a partir del originario Fuente Miró y Sant Stephen a partir del Fuerte de San Esteban. Y así muchísimos más catalanes en la aventura americana.

Como comerciantes, cabe mencionar a Joan Claret (Barcelona, s. XVI), que dedicó la mayor parte de su fortuna personal a financiar expediciones a América, como la de la familia Cabot a Río de la Plata; Salvador Samà Martí (Vilanova, 1.797), coronel del ejército, fundó el Banco Español en Cuba y el dique de La Habana.

El funcionariado también tuvo una amplia representación catalana, encabezada por el catalán más conocido de la aventura americana, Gaspar de Portolà Rovira (Balaguer, 1.717) (7), coronel del ejército, descubridor de la bahía de San Francisco, San Diego y Monterrey y gobernador de California; Gabriel Avilés Fierro (Vic, 1.735), capitán general del Reino de Chile y Virrey del Reino de la Plata y del Perú (8); Pere Castany (Barcelona, 1.750), presidente de la policía y seguridad de Méjico y oidor de la Audiencia de la Nueva Granada; Ambrosi Cerdà y Simó Pontero (hijos de Barcelona del s. XVIII), oidor en Chile el primero y presidente de la Audiencia de Guatemala el segundo; Esteve Miró Sabater (s. XVIII), gobernador de Tucumán; Ignasi Sala, gobernador de Cartagena de Indias; Pere Carbonell, gobernador de Venezuela de 1.792 a 1.799; Joaquim d’Alòs, gobernador de Paraguay y comandante militar de Cuzco; Antoni Oleguer Feliu, Virrey del Río de la Plata; Francesc Romà Rossell (Barcelona, 1.730), Virrey e Intendente de Yucatán.

Y el funcionario más conocido que ha dado Cataluña ha sido Manuel Amat Juyent (Vacarisses, 1.707), Teniente General, hijo del Marqués de Castellbell y primo del Barón de Maldà. En 1.761 fue designado presidente de la Audiencia de Lima y Virrey del Perú, creando un cuerpo del ejército español bajo la advocación de La Mare de Déu de Montserrat (Madre de Dios de Montserrat). Este cuerpo participará en las expediciones de descubrimiento de importantes islas del Pacífico, como por ejemplo las de Tahití en 1.771. El Virrey Amat volvió a Barcelona y construyó su residencia, conocida hoy como el Palau de la Virreina (Palacio de la Virreina).

Como historiador de la gesta hispánica sobresale por encima de todos Joan Cristòfor Calbet d’Estrella (Sabadell, 1.505), escritor y cronista real de las Indias, miembro de la Corte española y preceptor de los príncipes. Escribió una crónica sobre la conquista del Perú, "Rebelión de Pizarro en Perú y vida de Don Pedro Gasca" y fue biógrafo del Emperador Carlos V (9).

Como eclesiásticos citar a Sant Antoni Maria Claret Clarà (Sallent 1.807), el fundador de los Claretianos, obispo de Santiago de Cuba donde luchó en contra de la esclavitud y quien fue un destacado defensor de la españolidad de la isla (10) y más tarde fue nombrado confesor de la Reina Isabel y custodio del monasterio de El Escorial. Feliu de Tàrrega (Tàrrega, 1.727), evangelizador del Orinoco y Caroní, fundó San Pedro de Tipurúa; Josep Alemany Cunill (Vic, 1.814), evangelizó Nevada, California y UTA; Pere Claver Sobocano (Verdú d’Urgell, 1.580), conocido como Sant Pere Claver, misionero en Nueva Granada y protector de esclavos; Narcís Coll Prat (Cornellà de Terri, 1.754), arzobispo de Venezuela; Miquel Doménech Veciana (Reus, 1.816), misionero en Missouri; Francesc Fleix Solans (Lérida, 1.804), obispo de Puerto Rico; Miquel Francesch (Barcelona, s. XVIII), misionero en Guatemala; Benet Garret Arloví (Agramunt, 1.665), obispo de Nicaragua; Marià Martí Estadella (Bràfim, 1.719), obispo de Puerto Rico; Benet Maria Moixó Francolí (Cervera, 1.763), obispo de Charcas y auxiliar de Michoacán, destacó en la lucha contra la insurrección independentista; los jesuitas Josep Paramàs, Bernat Ibáñez, Dídac González y Josep Solís que evangelizaron a los indios guaranís del Alto Paraná en 1.775. Y muchos otros capellanes, frailes, monjes o seglares que participaron en la evangelización del nuevo continente.

Esto no ha sido más que una breve relación de personajes catalanes que junto con extremeños, castellanos, vascos o gallegos, forjaron la Hispanidad, concepto que Raholas, Convergentes y Republicanos nos quieren escamotear para convertirla en una celebración vergonzosa y extraña a los catalanes.

Para acabar, unas estrofas de la Atlàntida de Mossèn Jacint Verdaguer, de lectura obligatoria para todos los hispanistas catalanes, canto sublime a Cataluña, América y la Hispanidad:

“...Troba Colon navilis, i en llur tosca
ala afrontant, magnànim, la mar fosca,
la humanitat li dóna el nom de boig;
al geni que la duia, en sa volada
de promissió a la terra somniada,
com Moisés per les aigües del Mar Roig.
Lo savi ancià, que des d’un cim l’obira,
sent estremir lo cor com una lira;
veu de l’àngel d’Espanya, hermós i bell,
que ahir amb ses ales d’or cobrí a Granada,
eixamplar-les avui com l’estelada
i fer-ne l’ampla terra son mantell.
Veu murgonar amb l’espanyol imperi
l’arbre sant de la creu a altre hemisferi
i el món a la seva ombra reflorir;
encarnar-s’hi del cel la saviesa;
i diu a qui s’enlaira a sa escomesa:
-Vola, Colon...; ara jo puc morir!" (11)


"...Encuentra Colón navíos, y en su tosca
ala afrontando, magnánimo la mar oscura,
la humanidad le da el nombre de loco;
al genio que la llevaba en su vuelo
de promisión a la tierra soñada,
como Moisés por las aguas del Mar Rojo.
El sabio anciano que desde una cima la avista,
siente estremecer el corazón como una lira;
voz del ángel de España, hermoso y bello,
que ayer con sus alas de oro cubrió a Granada,
ensancharlas hoy como la estrellada
y hacer de la ancha tierra su manto.
Ve murgonar con el español imperio
el árbol santo de la cruz en el otro hemisferio
y el mundo a su sombra reflorecer;
encarnarse del cielo la sabiduría;
y dice a quien se eleva a su acometida:
-¡Vuela,Colón...;ahora ya puedo morir!"

Notas:

1). Víctor Balaguer. Conferencia pronunciada en 1.892 y citada en el libro "Els catalans a les Índies" de Josep Maria Bernades, 1.992. Comissió América i Catalunya.

2). El precursor de la idea de la Hispanidad fue el escritor vasco Ramón de Basterra Zabala. La primera conmemoración del Día de la Hispanidad celebrada en España fue realizada en Barcelona, en la casa de América el 12 de octubre de 1.911. Esta iniciativa fue recogida por el periodista asturiano José María González por tal de hacer de esta fecha fiesta nacional de España.

3). El nacionalismo intenta negar la evidencia de la catalanidad de los primeros evangelizadores de América. Se puede leer "Els primers missioners d’Amèrica foren catalans?" ("¿Los primeros misioneros de América fueron catalanes?") de Pere Català Roca, Dalmau Editors.

4). "Cataluña en la carrera de las Indias", Carlos Martínez Shaw. 1981. Se recomienda el libro de este profesor de Historia de la Universitat de Barcelona, en el que demuestra que Cataluña no fue excluida del comercio con América.

5). Para tenir una relación amplia de personajes, a pesar de la tergiversación nacionalista del libro, se puede mirar "200 catalans a les Amèriques", Comissió Catalana del Cinquè Centenari del Descobriment d’Amèrica (Comisión Catalana del Quinto Centenario del Descubrimiento de América).

6). "Relación acerca de las antigüedades de los indios". 1.498. Todos los países americanos tienen una escuela dedicada a este catalàn.

7). "Contribució a una biografia de Gaspar de Portolà", J. Carner Ribalta, Dalmau Editors. En este libro nos habla de que los catalanes que lo siguieron bautizaron la tierra descubierta como la tierra de la calç i el forn -cal y horno- (Califòrnia).

8). Fue conocido como el “Virrey devoto” y que puso fin a las encomiendas dando la libertad y la propiedad de la terra a los indios guaranís. Creó el gobierno de Mairas.

9). Sobre este personaje se puede leer "El català Joan Cristòfol Calvet d’Estrella", de Puig Pujol. Episodis de la història, de Dalmau Editors.

10).Carta dirigida al Obispo de Vic Doctor Casadevall.

11)."L'Atlàntida", Jacint Verdaguer, ´Conclusió, somni d’Isabel´ (´Conclusión, sueño de Isabel´).

lunes, 2 de noviembre de 2009

Lluís Companys


Lluís Companys nació en el seno de una familia acomodada en Tarrós, en la comarca de Urgell, en 1883. Cuando se trasladó a estudiar derecho a Barcelona, se convirtió con menos de dieciocho años en uno de los fundadores de la Asociación escolar republicana.

En buena medida, puede decirse que comenzaba a transitar entonces un camino que ya no abandonaría durante el resto de su vida, un camino que pasaba por el nacionalismo catalán pero, de manera muy acentuada, por la lucha anti-sistema.

Redactor en jefe de «La Barricada», un semanario que dependía del Bloque autonomista catalán, al año siguiente sufrió una dura derrota en las elecciones municipales que le llevó a radicalizar sus posiciones. En abril de 1917, se convirtió en uno de los fundadores del Partido republicano catalán y se sumó de manera nada oculta a la labor de acabar con la monarquía parlamentaria.

No mucho después, Companys entró en uno de los recovecos de su carrera que suelen pasar por alto sus partidarios y que ilustra más claramente su carácter moral. Nos referimos al momento en que decidió asumir la defensa de terroristas de signo anarquista que, desde 1919, habían precipitado a Cataluña en lo que se denominaron los «años del pistolerismo».

Para muchos, Companys simplemente colaboraba con las fuerzas políticas anticonstitucionales de mayor peso –y violencia–. No obstante, junto con esta razón nada descartable puede indicarse otra de no escasa importancia. Companys había sido iniciado en la masonería precisamente en una época en que la presencia de ésta en los partidos anti-sistema era muy considerable, pero, sobre todo, en que la relación era muy estrecha con el sector del anarquismo que propugnaba el atentado como vía política privilegiada. De hecho, anarquistas habían sido tanto Ferrer Guardia, responsable de las atrocidades de la Semana Trágica como Mateo Morral que había intentado asesinar a Alfonso XIII el día de su boda. No resulta pues nada extraño que Companys, además de intentar derribar la monarquía parlamentaria, estuviera ayudando a compañeros de la Logia.

De hecho, en noviembre de 1920, fue detenido junto con otros anarquistas implicados en acciones violentas y recluido en el castillo de Mahón. Fue su elección como diputado de partido republicano catalán la que le libró justo al mes siguiente de la cárcel. Regresó a prisión por actividades subversivas en 1930, pero a esas alturas la conspiración contra el sistema parlamentario estaba muy avanzada.

Aunque el alzamiento armado de los militares Galán y García Hernández fracasó, en abril de 1931 se proclamó la República. Fue éste un episodio idealizado por la propaganda aunque muy turbio en su desarrollo ya que se produjo tras unas elecciones municipales en que las candidaturas monárquicas obtuvieron casi cinco veces más concejales que las republicanas.

El día 16 del citado mes, Companys proclamó la república desde el ayuntamiento de Barcelona. A partir de ese momento, su carrera –ya vinculada a la Esquerra republicana de Cataluña– resultó fulgurante. Diputado, miembro del comité ejecutivo de ERC, presidente del parlamento catalán o ministro de marina fueron algunos de los cargos que ocupó mientras erosionaba mortalmente al catalanismo de derechas.

Al morir Francesc Maciá en 1933, Companys se vio catapultado a la presidencia de la Generalidad catalana precisamente en unos momentos en que el catalanismo era ya claramente de mayoría izquierdista e independentista. Fue entonces cuando se produjo un hecho que no comprendió –ni aceptó– ninguna de las fuerzas que durante décadas se había propuesto aniquilar la monarquía parlamentaria y luego caminar hacia sus distintas utopías a través de la república. Tras un gobierno republicano-socialista que duró dos años y que no resolvió ninguno de los problemas que acometió, aunque sí dividió dramáticamente a los españoles, las derechas ganaron las elecciones de 1933. La respuesta de nacionalistas e izquierdas –especialmente de PSOE y ERC– fue preparar un alzamiento armado que aniquilara al gobierno legítimo y les permitiera volver al poder mediante la violencia.

Companys se sumó con entusiasmo al plan, apostó por la total ruptura con la legalidad democrática republicana alzándose en armas en connivencia con el PSOE en lo que fue, ni más ni menos, que un intento de golpe de estado.

Companys contaba con los aproximadamente 3.400 escamots de Dencás y Badia y unos 400 mozos de escuadra al mando de Pérez Farras, tanto la Guardia de Asalto como la Guardia Civil, pese a su dependencia formal de la Generalidad, no se sumaron a la intentona golpista. La intervención en Barcelona de las tropas del ejército leales a la República, compuestas de unos 500 hombres, bajo el mando del general Batet frustraron el golpe, sin apenas resistencia de los nacionalistas, que se rindieron tras los primeros intercambios de disparos. Los escamots salieron huyendo, demostrando que apenas servían para algo más que desfilar y fanfarronear ante pusilánimes tenderos. En cuanto a los rabassaires, pequeños agricultores catalanes, cuyo apoyo popular esperaba la Esquerra, no se embarcaron en la insensata aventura de Companys. El pronunciamiento había comenzado el 6 de octubre y finalizó la mañana del día 7, apenas había durado unas horas, pero la estúpida ambición de Companys dejó aproximadamente 73 muertos innecesarios.

Detenido y juzgado el sedicioso presidente de la Generalidad fue condenado a 30 años de prisión. Con el triunfo del Frente Popular en 1936 Companys salió de la cárcel, e increíblemente, pese a su reciente pasado delictivo fue restablecido en su cargo de Presidente de la Generalidad, como si nada hubiese pasado. De lo poco arrepentido que estaba de su actuación antidemocrática, y de lo poco que le importaban las vidas de los ciudadanos da fe el propio Azaña, que critica la intención de Companys una vez excarcelado, de presentarse inmediatamente en Barcelona para “tomar posesión del gobierno por la fuerza”, “disparate colosal, repetir otro 6 de octubre, y hacérmelo a mí”.

Desde la cárcel Companys había jugado sus bazas políticas al colaborar en la tarea del Frente Popular de atraerse los votos de los anarquistas. La Esquerra envió al diputado Trabal, que en compañía de Salvat y Farreras, negoció con los líderes anarquistas su apoyo electoral. A cambio exigían la entrega de armas, quedando muy patente que la intención de las fuerzas revolucionarias no acababa en la obtención de una victoria electoral.

Durante los meses de violencias que siguieron, la CNT se cobró su tributo a la contribución que en votos hizo para el triunfo del Frente Popular. En Cataluña una Generalidad sobrepasada “tolero” sus desmanes, que llegaron hasta el asesinato de los famosos hermanos catalanistas Badia, que tan activamente habían participado en el levantamiento de la Generalidad en octubre del 34.

El alzamiento militar del 18 de julio del 36 fracasa en Cataluña. Companys y la Esquerra no tienen escrúpulo alguno en coaligarse con la CNT para prescindir del gobierno central e instaurar de facto un régimen semiindependiente en Cataluña. El terror que despliegan los milicianos se ve respaldado legalmente por Companys, que el 23 de julio de 1936 promulga un decreto que dice: “La rebelión fascista ha sido vencida por el heroísmo popular y el de las fuerzas locales. Precisa, pues, acabar de aniquilar en toda Cataluña los últimos núcleos fascistas existentes y prevenirse contra los posibles peligros de fuera. Por tanto a propuesta de la presidencia, y de acuerdo con el Consejo Ejecutivo, decreto lo siguiente: 1º Se crean las milicias ciudadanas para la defensa de la República y la lucha contra el fascismo y la reacción … 2º En toda Cataluña se constituirán los Comités locales de defensa que deberán obrar de acuerdo con el Comité Central”.

La actuación de esos comités y milicias, tuvo como resultado el asesinato en Cataluña de 8.000 personas durante 1936, según estimaciones del propio Companys y el destacado miembro de ERC, Jaime Miravitlles. El número de ejecuciones fue tan elevado en las primeras semanas, y la represión tan brutal, que el propio Companys tuvo que protestar ante el Comité Central controlado por los anarquistas García Oliver y Peiró. En noviembre de 1936 disuelve la Oficina Judicial controlada por la CNT sustituyéndola por los Tribunales Populares, que se habían creado en el mes de octubre. La relación simbiótica de la Esquerra de Companys con el anarquismo finalizó en abril de 1937. En dichas fechas los comunistas del PCE, muy fortalecidos por la importante presencia militar y política soviética en España, pretendían dominar al resto de organizaciones obreras y los resortes de poder de la República. En Cataluña los comunistas coaligados con socialistas en el PSUC pretendían acabar con el dominio de los anarquistas. Durante los meses de marzo y abril se habían producido secuestros y asesinatos entre miembros de las organizaciones obreras enfrentadas. Companys barruntando el cambio de vientos, se alía con los comunistas, y permite que la Generalidad practique numerosas detenciones de anarquistas tras el asesinato del líder del PSUC Roldán Cortada el 25 de abril. El 3 de mayo los comunistas, con el beneplácito de Companys ocupan el edificio de Telefónica de Barcelona, baluarte del anarquismo y por tanto autentica provocación, que desemboca en un levantamiento armado de la CNT y el POUM, que es sofocado en pocos días. La represión posterior, que se hace especialmente cruenta entre los miembros del POUM, incrementada tras el ascenso de Negrin a la jefatura de la República, nos añade 500 asesinatos más en suelo catalán permitidos por el gobierno de Companys.

La represión se atempera durante los años 1937 y 1938, para volver a subir en 1939, barajándose un total de al menos 2.300 ejecuciones más en el territorio catalán.

Finalizada la contienda civil, Companys huye a Francia. Los vencedores lo buscaban por varios cargos entre los que se encontraban de manera fundamental los referidos a los fusilamientos, los saqueos, las torturas y las atrocidades cometidas en Cataluña mientras Companys era presidente.

El dirigente de ERC pudo escapar hasta que el III Reich venció a Francia en el verano de 1940. Concedida la extradición por las fuerzas de ocupación alemanas, Companys fue entregado a las autoridades españolas y juzgado. Se le condenó a muerte siendo fusilado el 15 de octubre de 1940 en el castillo de Montjuic.

El acto no pudo estar más cargado de simbolismo. En los fosos de aquel mismo lugar, más de mil doscientas personas habían sido fusiladas por el Frente Popular sin que Companys hiciera nada por impedirlo.

El balance no puede ser más siniestro, son dos los hechos criminales que se deben imputar a Luis Companys y Jover. Por un lado el levantamiento armado contra la legalidad democrática, que provoca decenas de muertos en octubre de 1934, y por otro la responsabilidad política y personal directa en la represión en Cataluña durante la Guerra Civil, represión que Companys no solo no desconocía y permitía, sino que apoyó con sus medidas legislativas y de gobierno.

El hecho de que acabase sus días ante un pelotón de fusilamiento franquista no cambia los graves crímenes de guerra que cometió.

Francesc Macià


Francesc Macià i Llussà (Villanueva y Geltrú, 21 de Octubre de 1859 - Barcelona, 25 de Diciembre de 1933) Político y militar español de ideología republicana e independentista catalana, teniente coronel del Ejército de Tierra. Uno de los fundadores del partido Estat català y Esquerra Republicana de Catalunya.


Francesc Macià era un coronel del Ejército español de convicciones monárquico-liberales. Imbuido del incipiente nacionalismo participó del movimiento Solidaritat Catalana junto a la derecha catalanista, neo-carlistas y republicanos federales. Incluso, brevemente, militó en la LLiga regionalista (Antecedente del socio menor de CIU, Unió). Poco a poco fue radicalizando su nacionalismo y funda un curioso partido: Estat Català.

La historiografía nunca ha sabido como clasificar a este partido que bien podría definirse como una especie de “fascismo a lo catalán”. Indudablemente la base del partido era burguesa y se caracterizó por sus milicias armadas, los “escamots” (“Pelotones”), que eran conocidas como “El fascio de Macià”. De hecho el Estat Català mantuvo cierta vinculación con el fascismo italiano.

En el año 1925, su suborganización secreta y paramilitar, La Bandera Negra, protagonizó diversos atentados, entre ellos un intento fallido de asesinar al rey de España Alfonso XIII (Complot del Garraf). Al año siguiente, miembros de Estat Català organizaron el "Exèrcit Català" (Ejército catalán).

Macià, exiliado durante la dictadura de Primo de Rivera, llegó a viajar a la URSS a solicitar ayuda a la III internacional para conseguir la independencia de Cataluña. En 1926 provocó una ridícula intentona de invadir Cataluña desde Francia con su "Ejército catalán" y un grupo de anarquistas que, evidentemente, fracasó justo en el momento en que se empezaban a realizar los primeros movimientos de tropas. Este complot se conoce en la historiografía catalana como los "Hechos de Prats de Molló", por ser esta localidad del Rosellón (Francia) donde estaba ubicado el Cuartel General del Ejército Catalán.

En 1931 el Estat Català se unirá al Partido Republicano Catalanista, junto con unos periodistas de L’Opinió, para fundar ERC, que presidirá Macià.

ERC es un partido con una historia tortuosa y complicada. Desde la primera militancia burguesa y filofascista proveniente del partido Estat Català, hasta las últimas incorporaciones de los grupúsculos marxistas-leninistas de corte separatista, pasando por un elenco de dirigentes masones.

Las elecciones municipales del 14 de abril de 1931, en las que ERC gana en Cataluña, sirven de excusa para una “consumación” de facto de la “independencia de Cataluña”.Macià y unos cuantos seguidores, acuden al Ayuntamiento de Barcelona, donde “destituyen” el consejo provisional. De ahí se acercan al Palacio de la Generalitat y, desde su balcón, proclaman el "Estado catalán bajo el régimen de una república catalana".

Tres días más tarde Macià se pliega a las izquierdas españolas y “renegocia” la República catalana por una “Autonomía”.

Josep Tarradellas confiesa en una carta dirigida a Frederic Escofet que: "Macià ante un grupo de personas nos dijo que ése era el dia más triste de su vida, no porque había renunciado a la República catalana, sino porque, y eso era exacto, tenía plena conciencia de ello, Cataluña no la quería. Su decepción era producida porque creyó que al anunciar a la multitud que estaba en la plaza San Jaume la renuncia a la República catalana y la aceptación de la Generalitat, se habría producido protestas y alborotos, y fue todo lo contrario, pues nuestro pueblo tenía plena conciencia de que estaba bien que el presidente Macià hubiese proclamado la República catalana y que aún estaba mejor que hubiese renunciado a ella".

El partido Estat català con la llegada de la transición recuperó la legalidad política.

En los ochenta se integraron sectores de extrema derecha, que fueron expulsados años más tarde. Posteriormente, en los noventa, un grupo de ex miembros de la banda terrorista "Terra Lliure" (la ETA catalana) entraron en el partido, dándole un sesgo opuesto. Después de un cisma interno, pendiente de resolución judicial, se crearon dos facciones: una cuya a línea ideológica es interclasista y la otra de izquierda.

Macià muere en 1933, su familia quiso celebrar un funeral católico, pero la Generalitat impuso un entierro laico y pomposo.

En defensa de la lengua catalana.


Mensaje de elogio y defensa de la lengua catalana.

Base documental de Historia Contemporánea de Cataluña.
Restauración 2 (1898-1931) - Dictadura de Primo de Rivera (1923-1931)

Fuente:

SAINZ, Pedro (et al.): Mensaje de elogio y defensa de la lengua catalana que los escritores castellanos de Madrid han entregado al Presidente del Gobierno militar de España el mes de marzo de 1924 y letra de gratitud de los escritores de Cataluña enviada el 7 de abril del mismo año.
Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona, año 1924.

Comentario:

La persecución de la lengua catalana durante la Dictadura de Primo de Rivera fue muy importante, a pesar del apoyo inicial de grupos sociales importantes al golpe de estado de Primo de Rivera (13-IX-1923).
118 escritores castellanos solicitan al Directorio Militar que se frene la persecución política contra la lengua catalana y se basan en motivos lingüísticos y de aportación a la misma lengua castellana.
98 escritores catalanes agradecieron, en otra carta, la actitud de apoyo de los escritores castellanos.

Texto:

EXCMO. SR. PRESIDENTE DEL DIRECTORIO MILITAR:

Los abajo firmantes, escritores en lengua castellana, que sentimos profundamente los merecimientos históricos de nuestro idioma y que apreciamos en todo su valor como insuperable vehículo para la difusión del pensamiento a través del mundo civilizado, nos dirigimos respetuosamente a V. E. para expresarle nuestro sentir con ocasión de las medidas de gobierno que por razones políticas se han tomado acerca del uso de la lengua catalana.

Es el idioma la expresión más íntima y característica de la espiritualidad de un pueblo, y nosotros, ante el temor de que esas disposiciones puedan haber herido la sensibilidad del pueblo catalán, creando para lo futuro un abismo de rencores imposible de salvar, queremos, con un gesto fraternal, ofrecer a los escritores de Cataluña la seguridad de nuestra admiración y de nuestro respeto para el idioma hermano.

El simple hecho biológico de la existencia de una lengua, obra admirable de la naturaleza y de la cultura humana, es algo siempre acreedor al respeto y a la simpatía de todos los espíritus cultivados.

Nosotros debemos, además, pensar que las glorias de Cataluña son glorias españolas, y que los títulos históricos más altos que podemos presentar para ser considerados como potencia mediterránea se los debemos, en gran parte, al pueblo catalán, que hizo de la Barcelona medieval un emporio de riqueza capaz de competir con las repúblicas italianas, que creó una cultura admirable, que supo dar leyes de mar y cuya lengua inmortal resonó entre el fragor de las batallas ante las ruinas sagradas del Partenón, y sirvió para que en ella hablara por vez primera la filosofía nacional por boca de Raimundo Lulio, y fuesen cantadas las efusiones místicas del amor humano en los versos imperecederos de Ausias March.

El renacer de las literaturas regionales, que se produce como una de las consecuencias de la ideología romántica, hizo florecer en Cataluña una literatura a la que pertenecen autores como Verdaguer y Maragall, que son primeras figuras de la literatura española del siglo XIX.Y nosotros no podemos tampoco olvidar que de Cataluña hemos recibido altísimas pruebas de comprensión y cariño, hasta el punto de que un insigne patriota catalán, amante fervoroso de la tradición española, el gran Milá y Fontanals, abrió con llave de oro el obscuro arcano de las manifestaciones artísticas más genuinas y características del pueblo castellano.

Creemos cumplir un deber de patriotismo diciéndole a Cataluña que las glorias de su idioma viven perennes en la admiración de todos nosotros y que serán eternas mientras exista en España el culto del amor desinteresado a la belleza.

                                                                                                                                                     Madrid, Marzo de 1924.

Pedro Sáinz, E. Gómez de Baquero, A. Bonilla San Martín, Gregorio Marañón. Angel Ossorio y Gallardo, Pedro Mata, Antonio Jaén, Tomás Borrás, Angel Herrera, Jaime Torrubiano Ripoll, R. Menéndez Pidal, Alvaro de Albornoz, Concha Espina, Augusto Barcia, V. García Martí, Conde de Vallellano, José Ortega y Gasset, Miguel Herrero, Luis de Zulueta, Domingo Barnés, Francisco Vighi, Pedro de Répide, León de las Casas, Joaquín Belda, José G. Alvarez Ude, Luis Giménez de Asúa, Luis Ruiz Contreras, Félix Lorenzo, Fabián Vidal , Gabriel Maura, Vicente Machimbarrena, Gregorio Martínez Sierra, Lorenzo Barrio y Morayta, Andrés González Blanco, José Toral, Luis Araujo Costa, Mercedes Gaibrois de Ballesteros, Fernando de los Ríos, Azorín, Manuel Pedroso, Luis Bello, José M.a Sacristán, Cristóbal de Castro, José Giral, Melchor Fernández Almagro, Ramón Gómez de Laserna, Manuel Bueno, Antonio Espina, Antonio Zozaya, F. García Lorca, F. Rivera Pastor, Alberto Insúa, Honorato Castro, Luis de Tapia, Luis Araquistain, Gustavo Pittaluga, E. Paúl Almarza, Juan de la Encina, José García Mercadal, Angel Lázaro, Bernardo Acha, Artemio Precioso, F. Escrivá, José Gutiérrez Solana, Jacinto Grau, Juan Pujol, José Ruiz Castillo, P. de Ciria Escalante, José Albiñana, Dr. García del Real, Gabriel Franco, Salvador Pascual, Eduardo Ortega Gasset, Carlos Pereira, Juan Guixé ,Leopoldo Bejarano, José Canalejas, Guillermo de la Torre, M García Cortés, Adolfo A. Buylla, P.A. Balbontín, Isaac del Vando-Villar, Cayetano Alcázar, Mauricio Paraísso, Rafael Urbano, Julio Cañada, Antonio Guisasola, Antonio Dubois, José Sánchez Rojas, José Antón, F. Madariaga, Luis de Hoyos Sáiz, Hipólito Jimneno, Luis G. Bilbao, Andrés Ovejero, Manuel Azaña, Claudio Sánchez Albornoz, Conde de las Navas, Luis Palomo, F. Arévalo Salto, Luis G. Urbina, Luis G. Andrade, F.de Bustamante, A. Pérez Serrano, Tommás Elorrieta, Manuel Hilario Ayuso, Eduardo Barriovero, Manuel Antón, J. Jordán de Urries, Juan Hurlado, Ramón Pérez de Ayala, J. Villalba, Alvaro Calvo, Marqués de Lozoya, Angel Torres de Alamo, Francisco de Viu, Luis Fernández Adravín y Alberto Marín Alcalde.

 
Letra de gratitud de los escritores de Cataluña enviada el 7 de abril del mismo año.


Hemos leído el mensaje en elogio y defensa de la lengua catalana que habéis dirigido al Presidente del Directorio militar de España. El elogio es cumplido. La defensa es oportuna y suficiente; dentro de los momentos actuales, nos basta. Los Generales del Directorio, si son españoles, dentro de la ancha acepción de la palabra, de haber sentido una emoción profunda, leyendo y pesando vuestra palabra juiciosa, cálida y fecunda, sobre todo cuando les decís que es el idioma la expresión más íntima y característica de la espiritualidad de un pueblo, y que "vosotros" frente al temor que estas disposiciones - las adoptadas por el Gobierno por razones políticas sobre el uso de la lengua catalana puedan haber herido la sensibilidad del pueblo catalán, creando para el porvenir un abismo de rencores imposible de salvar, queréis, con un gesto fraternal, ofrecer a los escritores de Cataluña la seguridad de vuestra admiración y de vuestro respeto al idioma hermano". Esta palabra vuestra, precisa y entusiasta, tiene que haber golpeado el corazón y la inteligencia de los generales del Directorio. Homo sum, habrán pensado también cada uno de ellos, humani nihil a me alienum puto ("Hombre soy; nada humano me es ajeno.". Y este sentimiento y esta idea los decantará a la benevolencia, e incluso a la justicia hacia la lengua catalana; hacia los que la hablan, la escriben, y la aman. No desesperemos que sea así.

El elogio de la lengua castellana no hay que hacerlo aquí. Vosotros, en el buen mensaje, hacéis bella memoria de la obra de Mila y Fontanals, diciendo de él "que abrió con clavo de oro el oscuro arcano de las manifestaciones artísticas más genuinas y más características del pueblo castellano". En Mila y Fontanals simboliza la participación de los catalanes en la cultura castellana. Y ha hecho escuela. Nosotros, pues, por fortuna de Castilla, no debemos hacer aquí el elogio y la defensa de vuestra lengua. Todo el mundo la elogia. Nadie la ataca.

De lo contrario, pase lo que pase, castellanos amigos, tantas gracias. La gratitud tiene que ser virtud catalana. Ahora que nos leve, pues, demos ejemplo a nuestros compatricios.

Sin embargo, un ruego, castellanos amigos. Vosotros, intelectuales de Castilla, que ilumináis el espíritu de vuestro pueblo, digáis, por favor, a los gobernantes españoles, ya que los tenéis bien cerca, que a la fórmula política que nos aplican ellos: “Someteos y os daremos lo que merecéis” oponemos, los catalanes, la fórmula: “Ser justos con nosotros y seremos amigos”.

Sea el buen mensaje la llave de oro que abre la caja donde se guarda la libertad de la lengua catalana. Pero la libertad entera, no con capitis diminutio (disminución de categoría, pérdida de derechos civiles). En la Escuela, en la Universidad, en los Tribunales, en todas partes: la libertad misma que tenéis vosotros para utilizar vuestra lengua. Vendrá un tiempo que así será. Vendrá poco a poco o todo de golpe. Hoy por hoy, todo está en manos del Directorio.

SEA EL BUEN MENSAJE LA LLAVE DE ORO.
Que Dios haga más que nosotros.
Castellanos amigos, adiós.

                                                                                                                                                Barcelona, 28 de marzo de 1924.

Angel Guimerà, Apeles Mestres, Santiago Rusiñol, Joaquim Ruyra, Víctor Català, Josep Pin y Soler, Joan Llongueras, Joan Garriga Massó, Pere Aldabert, Ignasi Iglesias, Joaquim Casas-Carbó, Alexandre Font, Josep M a Roca, Ernest Moliné y Brasés, Rosend Serra, Narcís Oller, Pere Corominas, Lluis Via, J. Cugat Figuerola, Feliu Elias (Apa),Francesch Matheu, Joan M.a Guasch, P. Palau G. de Quijano, Alexandre Cortada, Ignasi de L.. Ribera-Rovira, Regina Opisso de Llorens, Mossèn Anton Navarro, Joan Ruiz i Porta, Ramon Serra Toneu, Bonaventura Bassegoda, Llorenç Sampera, Prudenci Bertrana, Josep Elias i Juncosa, Pompeu Crehuet, Gabriel Alomar, Joaquim Cabot, Emili Junoy, Lluis Ferrer Bàrbara, Celestina Vigneaux de Corominas, Juan Barco, Narcisa Freixas, Joan Burgada i Julià, Joan G. Junceda, Josepa de Casagemas Vda. de Llopis, Salvador Armet Ricart, M. Font Torné, Miquel Duran i Tortajada, Llorenç Riber, Arthur Masriera, Amadeu Hurtado, Maria Domènech de Cañelles, Alfred Opisso, J. Oliver Bauzá, Alexandre Bulart i Rialp, Alfons Par, Lluis Masriera, M. Junyent, Francesc Pujols, Josep Roca y Roca, Oriol Martorell, Joaquim Rubió, Aureli Capmany, Julián Pérez Carrasco, Rafael Vehils, Francesca Bonnemaison Vda. de Verdaguer, M. C. Arrau, G. Miró, Salvador Albert, J Roig Raventós, Condesa de Castellà, Vicente Clavel, Mossèn Trens, J. Pich, P. Vila San Juan, Juan Antonio Pamias, Gonzalo de Reparaz, Josep Artís, Carles Pirozzini, Joan Anton Maragall, Jaume Barrera, prev., Pelegrí Casades y Gramatxes, David Ferrer, Leopold Jaumeandreu, Jaume Carner, M. Valls Ginesta, Maurici Serrahima, Emili Tintoré, Jaume Massó Torrents, Josep Alemany i Borràs, Eduard Toda, Vicens Artigas,Ramon Miquel i Planas, Joan Batlle, Alexandre Maristany, Gustau Gili i Carme Kahr.

El sitio de Gerona.


El sitio de Gerona: Cataluña dio su sangre por España

Esto ya no se lo enseñan a nuestros hijos.



En 1808, españoles de toda la nación se alzaron contra un invasor extranjero. Lugares hoy gobernados por gentes y partidos que se dicen antiespañoles, dieron entonces su sangre por España con un patriotismo muy consciente, nada ambiguo, y envueltos en la bandera roja y gualda. Uno de esos lugares fue Gerona, donde los catalanes soportaron con valor asombroso un asedio terrible. Al frente, un granadino: Mariano Álvarez de Castro. Y entre los defensores, una compañía de mujeres que pasaría a la Historia.


JOSÉ JAVIER ESPARZA

Pongámonos en contexto. Madrid se ha levantado contra los franceses el 2 de mayo. Napoleón se ha encontrado con algo insólito: un pueblo que, aun sin rey, se organiza sobre la base de sus viejas instituciones y se alza en armas para defender la patria y la religión. Por todas partes surgen las Juntas. Los franceses son derrotados en el Bruc y en Bailén, fracasan en los asedios de Zaragoza y Valencia. En tal tesitura, temen perder la comunicación con Francia, comunicación que pasaba, entre otros lugares, por Cataluña, y concretamente por Gerona. La situación en Cataluña era difícil. Un fuerte contingente francés se había asentado en Barcelona y creía controlar la región. Pero en Gerona también los españoles se levantan. En junio de 1808 se constituye una Junta, animada sobre todo por el pueblo llano y los clérigos; pese al recelo de la burguesía local, la Junta se convierte en el verdadero poder y declara la guerra a los franceses.

¿Y estaba Gerona en condiciones de hacer tal cosa? En realidad, era una locura. Estamos hablando de una ciudad pequeña, de unos 10.000 habitantes y castigada por la crisis del trigo. Militarmente era muy débil: con un marino como gobernador, Julián de Bolívar, tenía una guarnición de tan sólo 300 soldados del Regimiento de Ultonia, al mando de dos oficiales de ascendencia irlandesa: O’Daly y O’Donovan. Ante el estado de guerra, la Junta organizó dos tercios de miqueletes, milicias populares como los somatenes. También acudieron marineros de Sant Feliu de Guixols para atender unas pocas piezas de artillería, en unas murallas arrumbadas por el tiempo y reducidas a su mínima expresión.

Tres asedios.

De manera que Gerona era muy poca cosa, pero para los franceses era vital: necesitaban controlarla para asegurar las comunicaciones con Francia. Así que el jefe napoleónico en Barcelona, Duhesme, que se ha enterado de la sublevación, corre a sofocarla. Es el 20 de junio. Se presenta en Gerona con 5.000 hombres y ocho cañones. Insta a los gerundenses a rendir la plaza. Los gerundenses dicen que no. Duhesme se lanza al asalto. Y aquí, como en Valencia o en Zaragoza, los franceses fracasan: después de tres asaltos, la ciudad resiste. El francés resuelve volver a Barcelona para reunir más tropas. Será un calvario: por el camino, partidas de somatenes y soldados le infligen graves bajas. Los gerundenses han superado este primer asedio. Devotos, atribuyen su victoria a la protección de San Narciso, que es nombrado jefe militar de la ciudad.

Los franceses vuelven, como era de esperar. Será un mes después, el 20 de julio. Duhesme trae ahora más cañones; plantea un largo asedio en toda regla. Pero las defensas de Gerona han aumentado. Primero llegan tres batallones españoles. Rápidamente empiezan a concentrarse columnas de somatenes con dos grandes guerrilleros: Juan Clarós y Miláns del Bosch. Y los refuerzos consiguen su objetivo: después de un mes de asedio, el 20 de agosto los franceses tienen que abandonar nuevamente, y esta vez con pérdidas aún más cuantiosas.

Habrá un tercer asedio. Será el definitivo. Y será también uno de los más tremendos de la guerra de la independencia. Por parte francesa, penetra un gran ejército -18.000 hombres- con el objetivo de asegurar el control sobre Cataluña y, muy principalmente, acabar con la resistencia de Gerona. Pero a Gerona ha llegado alguien muy importante: el general Álvarez de Castro, un militar experto, de sesenta años; un hombre que se había negado a entregar a los franceses el castillo de Montjuich, que se había lanzado al combate y que llegaba a Gerona con el propósito de apurar la resistencia. El 1 de abril de 1809, nuestro general publica un bando resolutivo: se resistirá hasta la muerte. Y quien piense en pasarse al enemigo, será ejecutado sin piedad.

Los franceses se lanzan al ataque. Ocupan las posiciones elevadas en torno a Gerona. Desde allí quieren bombardear la ciudad durante el tiempo que sea preciso. Envían un emisario a Álvarez de Castro para instarle a la rendición. El español no la acepta. El asedio será brutal. La artillería francesa cañonea sin cesar los muros de Gerona, sus casas, sus calles. Ya no se trata simplemente de amedrentar a la población, sino que es una estrategia deliberada de aniquilación de la ciudad, hasta su última piedra. Los gerundenses, sin embargo, no se rinden. Al revés, aceptan vivir entre las bombas como quien oye llover.

Es casi increíble, pero esa situación va a prolongarse durante siete meses. Los franceses siguen acercándose, siguen bombardeando, pero Gerona no cae. A sus exiguas fuerzas –unos 5.600 hombres-, Álvarez de Castro ha añadido a la población civil. Primero se crea la Cruzada Gerundense –un nombre que dice mucho sobre el carácter que los españoles dieron a aquella guerra. La Cruzada constituyó ocho compañías clasificadas por oficios: clérigos seculares, clérigos regulares, estudiantes, artesanos, gente de posición, constructores, etc. Todos defienden: hombres, niños, ancianos, mujeres… sobre todo las mujeres. Tanto se distinguen las mujeres de Gerona en la resistencia, que Álvarez de Castro decide encuadrarlas también militarmente y otorgarles los mismos derechos que a los soldados. Así nace a finales de junio la Compañía de Santa Bárbara, que usaba como distintivo un lazo rojo en el brazo. Esta es la orden del general:

“Habiendo entendido el espíritu, valor y patriotismo de las Señoras Mujeres Gerundenses, que en todas las épocas han acreditado, y muy particularmente en los sitios que ha sufrido esta Ciudad, y en el riguroso que actualmente le ha puesto el enemigo; deseando hacer público su heroísmo y que con más acierto y bien general puedan dedicar y emplear su bizarro valor en todo aquello que pueda ser de beneficio común á la Patria, y muy particularmente de los nobles guerreros defensores de ella, y que a su tiempo tenga noticia circunstanciada S. M. del inaudito valor, y entusiasmo de las Señores Mujeres Gerundenses, (…) Ha venido S. E. en disponer y mandar que se forme una compañía de doscientas Mujeres sin distinción de clases, jóvenes, robustas, y de espíritu varonil para que sean empleadas en socorro, y asistencia de los soldados, y gente armada (…) La Compañía de Señoras Mujeres Gerundenses tendrá la denominación de Compañía de Santa Bárbara”.

La estrategia de la boa.

Los españoles conseguirán hacer llegar víveres y municiones a los sitiados, pero ninguna ayuda podrá romper la tenaza francesa. El 19 de septiembre lanzan los de Napoleón su gran ataque: cañoneo brutal, murallas rotas, franceses que entran por las grandes brechas… Se combate cuerpo a cuerpo. Y pronto, el milagro: los gerundenses logran detener el asalto. Para los franceses resultaba incomprensible. Tanto que, directamente, optaron por no volver a intentarlo: a partir de ese momento, la estrategia francesa se limitará a estrechar el cerco a fuerza de artillería, como una boa asfixia a su presa. Eso será lo que acabe con Gerona.

El 10 de noviembre llega una carta del mando español: no va a ser posible prestar auxilio a la plaza. Gerona está abandonada a su suerte. Cuando llega el invierno, la situación es insostenible: los edificios, arruinados; los supervivientes, sin techo ni víveres ni medicinas; las defensas, quebradas. La descomposición de los cadáveres expande graves enfermedades. El propio Álvarez de Castro enferma. La Junta designa a Bolívar para que tome el mando. Poco le queda por hacer.

Son las siete de la tarde del 10 de diciembre de 1809. Ha caído la noche. Los sitiados, al límite de sus fuerzas, optan por capitular. Aún así, ponen sus condiciones. Los sitiados no son bandoleros ni rebeldes. Son un ejército, incluida la población civil movilizada. Como militares, exigen al ejército vencedor un trato conforme a los usos tradicionales de la guerra. Los franceses serán respetuosos, pero sólo a medias. En Gerona ya no había nada que saquear. Pusieron un especial celo en atrapar al general Álvarez de Castro; no les costó mucho, postrado como se hallaba. Al general le espera un calvario: enfermo y deshecho, será llevado de una cárcel a otra hasta terminar en el castillo de Figueras, donde muere el 22 de enero de 1810.

Después, los franceses intentarán ganarse a la población imponiendo un régimen catalanista, bajo inspiración del afrancesado Tomás Puig. Será sólo un cebo, porque toda Cataluña es de hecho anexionada a Francia en 1812 y sometida al típico esquema centralista francés. El pueblo, por su parte, nunca aceptará el sometimiento. Cuando los franceses sean vencidos y abandonen la ciudad, ya en 1814, muy pocos afrancesados les seguirán. Y por el contrario, Gerona, la Gerona española, pasará a nuestra historia como un ejemplo insuperable de abnegación y de patriotismo. Entre otras cosas, sus muros fueron uno de los primeros lugares donde ondeó la enseña rojigualda como bandera de España. Esa bandera de Gerona está hoy en el Museo del Ejército. Y esa fue la verdadera historia de la Gerona española, de la Cataluña española.

El Tambor del Bruc


Los catalanes se echaron al monte para defender la libertad de España.


El pueblo catalán se echó al monte para defender a España. No fue hace tanto tiempo: sólo 201 años. El 14 de junio de 1808 se libró la segunda y decisiva batalla del Bruc contra los franceses de Napoleón. Allí un joven tamborilero, Isidret Lluçá, pasaría a la historia. El Tambor del Bruc, entre la realidad y la leyenda, sigue hablando con sus redobles al corazón de todos los españoles. ¿Ha olvidado usted esta historia? Pues nunca mejor día que hoy para recordarla. En Cataluña y en toda España.


Después del levantamiento del 2 de Mayo de 1808 en Madrid, la situación de España era caótica. La familia Real estaba presa en Bayona. El poder formal y material había sido ocupado por los franceses. El ejército español se dividía entre quienes preferían sublevarse y quienes, disciplinados, optaban por aguardar instrucciones de la Corona. En diferentes puntos de España, los notables y el pueblo habían promovido la constitución de Juntas que se proclamaban representantes de la verdadera soberanía nacional. Pero apenas si tenían recursos materiales –y menos aún, militares- para apuntalar esa soberanía. Una tragedia.

Napoleón veía todo esto con enojo, pero no con gran preocupación. Lo que a él le interesaba era, sobre todo, neutralizar a España y Portugal para cerrar el paso a los ingleses en el sur del continente. Bonaparte pensaba que en España, como había ocurrido en Italia, el pueblo, o al menos parte importante de él, recibiría a los franceses como a liberadores frente al despotismo de los viejos monarcas absolutos. Se equivocó: los españoles, en todas partes, antepusieron su dignidad y su independencia a otras consideraciones.

Cataluña rechaza al francés.

En el caso concreto de Cataluña, el propósito de Napoleón era más ambicioso: no trataba sólo de dominarla, sino que pretendía convertirla en una especie de protectorado, de marca, como en los tiempos de Carlomagno, para bajar hasta allí la frontera sur francesa. Con ese propósito acantonó gran cantidad de tropas estables, incluidas unidades de sus nuevas posesiones italianas. Parece que las tropas invasoras esperaban recibir de la población un trato cordial. Ocurrió todo lo contrario. Muchos soldados españoles, pese a tener órdenes de colaborar con los franceses, desertaron de sus unidades y se echaron al monte. Centenares de soldados de los regimientos suizos y valones de la Corona española engrosaron el número de los patriotas. Y la propia población civil catalana empezó a agitarse. En Cataluña funcionaba entonces una especie de milicia popular que se llamaba somatén y que actuaba como fuerza de orden en los campos, sobre todo para protegerse de bandoleros y salteadores. En esta hora trágica, el somatén también estuvo entre los resistentes. Así la dominación pacífica que esperaba Napoleón se convirtió, en muy pocas semanas, en un avispero.

Como los demás españoles, los catalanes crean sus Juntas. Primero en Lérida. Luego en Manresa. Ante la rebeldía de la población, los ocupantes adoptan medidas drásticas. Todo ciudadano que se resista a pagar impuestos a los franceses o, aún peor, todo aquel que se haya echado al monte, es tratado como un delincuente. El mando napoleónico comete el grave error de permitir a los soldados excesos injustificables. En Manresa estalla un motín popular. ¿Por qué? Por algo aparentemente menor: una partida de papel timbrado, oficial, donde los franceses, bajo el rótulo habitual de Carlos IV, rey de España, habían colocado el nombre del Lugarteniente General del Reino, es decir, el mariscal Murat. Los manresanos ven el gesto como una usurpación insoportable. Exasperados por semejante ofensa al rey de España, hacen acopio de todo el papel timbrado y lo queman públicamente. Es un gesto de rebeldía popular y nacional que va a disparar los acontecimientos. El pueblo de Manresa lo sabe. También el gobernador, Francisco Codony, que inmediatamente dicta un bando que es un ejemplo eminente de precaución: por un lado, pide tranquilidad; por otro, se dispone para la defensa. Así lo dijo el gobernador:

“Deseoso de que sean escuchadas las ideas manifestadas por el pueblo en el día de hoy, que son las de sostener sus derechos fundados en las leyes con que felizmente ha vivido bajo la dominación de sus legítimos soberanos, he proveído: que retirándose todos los vecinos que con este motivo han manifestado tan dignos sentimientos, se tranquilicen y esperen, que ya se irán dictando cuantas providencias sean necesarias; que los que quieran alistarse se presenten a los sujetos que hoy mismo elegirán los Comunes, dándose a cada individuo útil que tome las armas cuatro reales-vellón diarios (…) Obedecerán las órdenes que les den las personas destinadas para mandarles, con la mayor puntualidad para que se observe el buen orden, que es el fundamento principal del éxito en las empresas”.

Como los franceses no pueden tolerar esta insubordinación, envían una expedición al mando del general Schwartz. La columna de Schwartz no es desdeñable: 3.800 hombres, todos veteranos de otros frentes. Poco habrían podido hacer los somatenes ante esa fuerza. Pero alguien lo supo antes. Alguien cuyo nombre ignoramos, pero que, al ver partir a los franceses desde Barcelona, subió a caballo, galopó, adelantó al enemigo, llegó a Manresa y dio la voz de alarma. Desde los campanarios de todas las iglesias de la zona se tocó a rebato. Los españoles, alertados, decidieron tender una emboscada a las tropas de Schwartz. Lo harían en un paso montañoso: el Bruc.

Hubo suerte: justo antes de que los franceses llegaran al Bruc, el cielo se encapotó, se abrieron las nubes y cataratas de agua se precipitaron desde el cielo. La columna de Schwartz tuvo que refugiarse en Martorell. Era el 6 de junio. Los catalanes aprovecharon muy bien la oportunidad: el cielo les había regalado unas horas preciosas, las suficientes para tomar posiciones. Eran unos dos mil: somatenes de Manresa, Igualada y otras localidades, soldados suizos y valones de la Corona española, desertores de la guarnición de Barcelona. Mandaba el contingente español un patricio campesino, Antonio Franch. Cuando Schwartz intentó franquear el paso, se encontró con una terrible lluvia de fuego. El general no pudo reaccionar: sus tropas huyeron dejando en el campo trescientos muertos y un cañón. La vergüenza era excesiva, de manera que los franceses volvieron a la carga, esta vez con refuerzos y con las columnas divididas. Y aquí fue donde sonó el famoso Tambor del Bruc.

Aparece Isidret.

Había pasado una semana. Los españoles se habían hecho fuertes. No contaban sólo con sus escopetas, sino también con algunos cañones: los suficientes para plantar cara a los franceses cuando, el 14 de junio, los de Napoleón volvieron a asomar el penacho por aquellos parajes. Pese a su voluntad ofensiva, la inferioridad numérica de los españoles ante ese nuevo contingente era pasmosa: prácticamente de uno a dos. Los franceses sólo esperaban el momento adecuado para dar el golpe de gracia. Los españoles no podrían mantener su posición durante mucho tiempo. Pero cuando el fuego de la artillería francesa iba a desequilibrar el combate, un poderoso redoble de tambores llenó las montañas. Por todas partes sonaban tambores. Se diría que desde todos los puntos afluían nuevas fuerzas a engrosar el contingente español. Eso los franceses no se lo esperaban: los refuerzos españoles desequilibrarían el combate. Ante una derrota segura, el francés optó por la retirada.

¿Quiénes eran esos refuerzos del campo español? No había tales. Tampoco había mil tambores: era un solo tambor. Y quien lo golpeaba era un adolescente, un mocito de 17 años que se había sumado al somatén. Su redoble, multiplicado por el eco de las montañas, había creado la impresión de que un formidable ejército acudía al combate.

Aquel muchacho se llamaba Isidret Lluçá Casanovas, era de Santpedor (San Pedro de Oro), al norte de Montserrat, y tocaba el tambor en la cofradía de la Virgen de los Dolores de su pueblo. Cuando los somatenes de los alrededores del Bruc marcharon al encuentro de los franceses, Isidret se sumó a ellos. Y en el momento de divisar al enemigo, comenzó a aporrear su tambor con furia, incansable, hasta que las manos le sangraron. Isidret no vería el final de la guerra: enfermo, de constitución muy débil, flagelado por el hambre de aquellos años, murió pocos meses después. Pero en la memoria de todos los catalanes, de todos los españoles, quedaría aquel gesto, entre histórico y legendario, del niño tambor que con sus redobles frenó al ejército más poderoso de Europa. Hoy, tanto en Sanpedor como en El Bruc, sendos monumentos recuerdan a Isidret y lo que pasó en aquella batalla. Y una leyenda dice: “Viajero, para aquí, que el francés también paró. El que por todo pasó, no pudo pasar de aquí”.

La gesta del Bruc no significó la retirada francesa: volvieron las tropas de Napoleón en mayor número, quemaron pueblos, asolaron todo a su paso. Pero los catalanes ya habían demostrado que plantarían cara a los invasores, y varios jefes de somatén se convertirían muy pronto en guerrilleros. Manresa fue destruida en 1811 por los franceses. Un año después, las Cortes de Cádiz proclamaban solemnemente el “aprecio y gratitud que merecían a la Nación la lealtad, valor y heroico patriotismo” de los manresanos, y se concedía a la ciudad el título de Muy Noble y Muy Leal. Un periodista catalán, Joan Cortada, escribirá medio siglo después, en 1859, que gracias a la Batalla del Bruc se había roto la muralla que separaba a los catalanes del resto de los españoles desde la Guerra de Sucesión:

“Al grito de patria todos se alzaron, sin distinción de edades, de provincias; y si Madrid blasona con justicia de su dos de mayo, los catalanes se ufanan de haber sido los primeros que en campo libre enseñaron a los veteranos de Italia y de las pirámides que en las alturas del Bruch se conocían modos de combatir ignorados todavía por ellos, que eran maestros de la guerra…”.

Fue un 14 de junio. De 1808.

Er himne espanhòu


Un poeta puso letra en aranés al himno español para Alfonso XIII.

Explica Arturo Calbetò en el libro “50 ans dera dubertura deth tunèl de Vielha-Alfonso XIII”, que los dieciocho alcaldes araneses llevaban años pidiendo mejoras para el valle a las autoridades de Madrid, la más importante una vía de tren que comunicase Lès con Lleida, siguiendo el río Noguera Ribagorzana , y atravesando el puerto de Vielha. En sus informes se leía: "La influencia de España en el Valle de Arán es tan escasa que tan sólo se manifiestan por medio del elemento oficial existente (…). El Valle de Arán por nuestra voz y representación espera alcanzar de Ud. que fije en él su atención y que se interese por su desgraciada suerte reintegrándolo por medio de la vía férrea a la patria de que está ahora separada".

Después de esperar durante catorce años una entrevista con el Ministro de Fomento - al final no pudo ser- los alcaldes consiguieron verse con el mismísimo Rey el 14 de mayo de 1924 en Barcelona. Dos meses después, Alfonso XIII devolvió la visita, inauguró la carretera del Port de la Bonaigua, y los araneses no perdieron la ocasión de recordarle que las obras debían comenzar con un túnel. Durante todo el viaje, de Tredòs a Pontaut, los aleccionados niños araneses salieron a su paso aclamando: "Viva el rey, queremos el túnel". El Rey, al final, respondió: "Lo tendréis".

Mosén Rafèl Nart, ilustre vate aranés, tuvo ocasión de leer un largo poema dedicado a Su Majestad y cómo no, al túnel, La princesa encantada. Es un poema escrito en castellano, y lleva mensaje: uno se da cuenta enseguida de que la princesa encantada no es otra que el Valle de Arán, que el rey desencantador no es otro que Alfonso XIII, y que el peligro está en Francia:

"Condes de Saint Girons y de Cominges / quisiéron desposarla; / Sigue, hermosa, falaces le decían, / el curso de tus aguas…". Mucho esperó la encantada princesa, pero al final "subiendo por los montes soberanos / en portentosa cuadriga / de invisibles caballos, y veloces / como el viento, venía el Rey de España". Nada más llega el rey, la princesa se tira a sus pies. Pero eso sí, enseguida le ruega "allá, en el puerto de Viella, necesito una ventana (o sea, el túnel) para librarme del hambre y verme con mis hermanas".

El poema acaba con el Himne a´ra S. M. Alfonsu XIII, según se escribía en la grafía aranesa de la época. Mosén Nart se permitió recordarle a Alfonso su origen gascón, puesto que Enrique de Navarra, más tarde Enrique el Grande de Francia, tenía como lengua propia el gascón, la misma lengua que los araneses hablan.

Alfonso XIII cumplió su palabra, pero los vehículos no franquearon el túnel hasta octubre de 1948. Eso sí, los araneses aún esperan su tren.

Versión aranesa del himno español, obra del capellán y poeta aranés Rafèl Nart, y que el rey Alfonso XIII tuvo ocasión de escuchar en Viella el 6 de julio de 1924.


HIMNE A´RA SA MAJESTAT ALFONSU XIII


Salût, Rei D´Espanya
Es hilhs dera muntanya
Salûdam vosta gloria
Mès bèra qu´et sulei;
Cantem, aranesi
Qu´ei gran nosta historia.
Visque Espanya è Alfonsu noste Rei!

Sentint es campanes,
Ja baxen de´s cabanes,
Contemplant vosta gloria,
Alègres es pastús.
De´t Rei qu´en´a guerra
Mès gran de´ra historia
Calmèc tantes lèrmes e dulús.

En vosta Curuna
Dam perles de´t Garurna
Brille humil è pulida,
Senyú, ´ra Val d´Arán;
Es pobles ahún duça
Flurís nosta vida
Espanyols tustem, tustem
serán.

Es rius è grandeses
De´s terres araneses
Qu a ûn poble gran dan vida,
Guardats, rei bundadús;
Que venguen es Reines,
De alfumbra pulida
Nosti cors harán, è es nostes flús.


LETRA DEL HIMNO A SU MAJESTAD ALFONSO XIII TRADUCIDA AL CASTELLANO.


Un Saludo, Rey de España
los hijos de la montaña
saludan vuestra gloria
más bella que el sol;
Cantemos araneses,
es grande nuestra historia.
¡Viva España y Alfonso nuestro Rey!

Oyendo las campanas,
ya bajan de las cabañas,
contemplando vuestra gloria,
alegres los pastores.
Del Rey que en la guerra
más grande de la historia
calmó tantas lágrimas y dolor.

En vuestra Corona
con perlas del Garona
brilla humilde y bonito,
Señor, el Valle de Arán;
los pueblos donde dulce
florece nuestra vida,
españoles siempre, siempre,
serán.


Los ríos y grandezas
de las tierras aranesas
que a un pueblo grande dan vida,
observad, Rey bondadoso;
Que vengan las reinas,
una alfombra bonita
Nuestros corazones harán, y nuestras flores.


Fuente:
http://hemeroteca.lavanguardia.es/preview/2007/10/05/pagina-22/62655897/pdf.html?search=Erhimneespanhòu