lunes, 4 de enero de 2010

Guerra de Marruecos


En 1859 estalla la guerra con Marruecos a causa de los ataques de incontrolados contra las defensas de Ceuta y de la destrucción de los escudos de España allí levantados. España entera se alzó indignada y miles de voluntarios se alistaron en todas provincias para vengar las afrentas recibidas. Al mando de O´Donnell se levantó un ejército en cuya primera línea deseó estar el catalán General Joan Prim y los voluntarios catalanes que quedaron a sus órdenes.

En Cataluña se organizaron numerosos actos patrióticos para recaudar dinero, armas y equipaje para los soldados, se celebraron veladas teatrales, manifestaciones, misas y todo tipo de eventos en apoyo de la campaña marroquí.

Entre los cientos de versos, canciones y representaciones que surgieron en homenaje al ejército, destacó “Los catalans en África”, obra en cuatro piezas del poeta Joseph Antoni Ferrer con música de Francisco Porcell, que fue exitosamente representada en beneficio de los heridos en la guerra. El protagonista, Jordi, le explicaba a su novia:

“¿Tu no sabs, nineta mèva, que lluny, llyuny, una nació insulta de nostra Espanya los escuts y los pendons?
¿Tu no sabs que´l crit de guerra ressona luego per tot, y que en pes volen anarhi tots els joves espanyols?”

(¿Tu no sabes, niña mia, que lejos, lejos, una nación insulta de nuestra España los escudos y los pendones? ¿Tu no sabes que el grito de guerra resuena luego por todos lados, y que con razón quieren ir todos los jóvenes españoles?)

Ante la petición de su enamorada de que no se alistara, respondía:

“(…) Filla meva, no pót ser; la patria ho vol;
Y, entre la patria y la dona, es la patria qui més pot.
Y cuant la patria perilla, no se han de esperar rahons,
sino anarhi voluntari de la guerra al primer toch:
qui no ho fassa de aqueix modo será un indigne español”.

(“Hija mia, no puede ser; la patria lo quiere; Y, entre la patria y la mujer, es la patria quien más puede. Y cuando la patria peligra, no se han de esperar razones, sino ir voluntario de la guerra al primer toque: quien no lo haga de este modo será un indigno español”)

Y el coro animaba a los jóvenes a alistarse con estas palabras:

“Borrem la Mitja Luna del cel de aquella terra;
Campejen sols gloriosas las barras y lleons.
¡Sant Jordi! ¡Viva Espanya! ¡Al arma! ¡Guerra! ¡Guerra!
¡Corram a matar moros! ¡Al áfrica, minyons!”

(“Borremos la media luna del cielo de esa tierra; Campean solo gloriosas las barras y los leones. ¡San Jorge! ¡Viva España! ¡Al arma! ¡Guerra! ¡Guerra! ¡Corramos a matar moros! ¡Al África, muchachos!”)

El embarque de los voluntarios en el puerto de Barcelona fue apoteósico. La Junta Barcelonesa de Socorros organizó la recogida de aportaciones para ayuda y bienestar de las tropas. En una memoria publicada en enero de 1861, algunos meses después de la finalización de la guerra, se relacionaron los donativos recibidos y los envíos y trabajos realizados. Explicaba sus motivos con estas palabras:

“Tan luego como el telégrafo hizo saber a los barceloneses que se había declarado la guerra al Imperio marroquí, se vieron marcadas pruebas de entusiasmo en todas las clases de la sociedad. Efecto natural del orgullo nacional ultrajado. Muchos proyectos de cooperación corrían de boca en boca, todos deseaban, según su edad, circunstancias y posición, cooperar al triunfo de nuestras armas, pero no faltaron otros que pensaron en enjuagar las lágrimas de las viudas y huérfanos, aliviar la suerte de los inutilizados y cicatrizar las heridas de aquellos a quienes el plomo y el acero agareno hiciese verter su preciosa sangre en defensa del honor nacional”.

En la memoria se recogieron los nombres de miles de barceloneses que con su dinero y aportaciones en especies colaboraron en la manutención de las tropas, de sus familiares y de los hospitales para los heridos. La memoria concluía del siguiente modo:

“Tres son las razones que han incluido a la Junta para la impresión de esta Memoria; dar completa satisfacción de sus actos, consignar los nombres de las caritativas personas que han contribuido a este servicio con su donativo, y perpetuar para lo venidero el servicio prestado por Barcelona y su provincia, como lo hicieron en otras épocas sus moradores (…) testimonio de la fervorosa caridad y ardiente patriotismo de los barceloneses al declararse la guerra de África a mediados del siglo XIX, a los cuales no es dudoso que sabrán, más que imitar, exceder nuestros sucesores, porque jamás se extinguirán en Barcelona y su provincia estos dos poderosos motores de todos los grandes hechos que enaltecen los pueblos y enorgullecen a sus hijos: Caridad. Patriotismo”.

Pedro Antonio de Alarcón, corresponsal de guerra y autor de un documento esencial para el conocimiento de aquella campaña, “Diario de un testigo de la Guerra de África”, relató así la llegada a tierra marroquí de los voluntarios catalanes al mando del comandante Victoriano Sugranyes:

“3 de febrero de 1860: Son las cinco de la tarde y vengo de presenciar una escena verdaderamente sublime. Las compañías de voluntarios catalanes que la noble y patriótica tierra de Roger de Flor envía al ejército de África, como precioso e inestimable donativo, han desembarcado hace una hora (…) El general Prim, como paisano suyo, ha deseado que ingresen en su cuerpo de ejército, a lo cual ha accedido el general jefe, mientras que ellos han pedido por su parte al conde de Reus ir mañana en la vanguardia. También se le ha otorgado esa merced”.

Alarcón relató varios de los sangrientos combates en los que participaron los tercios catalanes:

“Según solicitaron ayer, los nobles hijos del Principado iban de vanguardia, capitaneados por el general Prim; pero en el instante crítico de la carrera y del ataque, cuando ya les faltaban veinte pasos para llegar a la artillada trinchera, viéronse cortados por una zanja pantanosa (…). Caen dentro las primeras filas de Voluntarios Catalanes, y no bien lo notan los moros (que contaban con semejante accidente), pónense de pie sobre sus parapetos y fusilan sin piedad a nuestros hermanos. ¡Pero éstos no retroceden! ¡Sobre los primeros que se han hundido pasan otros, y los muertos y heridos sirven como de puente a sus camaradas!... ¡Vano empeño! ¡Inútil heroísmo! Los moros siguen cazándolos a mansalva (…). Los Voluntarios se paran, como preguntándose si deben morir todos inútilmente en lucha tan desigual y bárbara, o si les será lícito retroceder…

El general Prim, que estaba a retaguardia de los Catalanes, alentándolos para que ninguno dejase de pasar el tremendo foso, ve aquella perplejidad y oscilación de los que ya han saltado a la otra orilla, y corre a ellos, a todo escape de su caballo moro; pónese a su frente, sin cuidarse de las balas, y, con voz mágica, tremenda, irresistible:

-¡Adelante, Catalanes! –grítales en su lengua- ¡No hay tiempo que perder!... ¡Acordaros de lo que me habéis prometido!

¡No fue menester más! Los Voluntarios bajan la cabeza y acometen como ciegos toros a la formidable trinchera (…) ¡Brava gente! La tierra que los ha criado puede envanecerse de ellos. La primera vez que han entrado en fuego han perdido la cuarta parte de su fuerza. ¡Su jefe, el comandante Sugrañés, ha muerto como bueno a las veinte horas de desembarcar en África , cumpliendo al general Prim la palabra empeñada de dar su vida por el honor de Cataluña! ¡Honor a él y a sus valientes soldados! ¡Gloria a la tierra de Roger de Flor! ¡Vítores sin cuento a la madre España!”.

En la jornada de la “Loma de las Mochilas” (lugar donde los soldados habían dejado sus pertrechos para acudir más ligeros al combate), Prim reaccionó así ante el momento de titubeo de las líneas:

“¡Soldados!: ¡Podéis abandonar esas mochilas porque son vuestras, pero no podéis abandonar esta bandera, que es de la Patria! ¿Permitiréis que el estandarte de España caiga en poder de los moros? ¿Dejaréis morir solo a vuestro general?”.

Y, enarbolando la bandera de España, cargó a caballo contra el enemigo arrastrando en su acción a sus soldados, que ocuparon definitivamente la posición.

Al regreso de las tropas tras la victoriosa campaña, fueron recibidas con multitudinarias muestras de afecto y entusiasmo patriótico. La prensa catalana recogía así la llegada de Prim a La Junquera:

“El día 5 llegó nuestro héroe a La Junquera, donde fue recibido con un repique general de campanas y en medio de las aclamaciones entusiastas del primer pueblo que hallaba al pisar territorio español”.

En Figueras se repitió la entusiasta acogida:

“También se leyeron versos en este local (el Casino figuerense), y en ellos se le ofrecían los brazos de los ampurdaneses para vengar la patria si de nuevo se viese ofendida. Su respuesta fue que “estaba pronto a empuñar de nuevo la espada en defensa de la bandera que representase la lealtad, la reina, la patria y la libertad”.”

Para su entrada en Barcelona, ciudad que le nombró hijo adoptivo, con millares de barceloneses agolpados en la calle para darle la bienvenida, se levantó un arco de triunfo con el letrero “La Patria agradecida. Tributo al Vencedor”. La prensa comentaba los acontecimientos con informaciones como la siguiente:

“Ayer fue un gran día de júbilo que bien podemos contar como una continuación de los días 3,4 y 5 de mayo último en que celebrábamos la entrada de las valientes huestes que en tierra africana habían vencido como vencen los descendientes del Cid, Cortés, Guzmán y García de Paredes. Millares de ciudadanos de Barcelona y demás pueblos de la provincia invadían la estación del ferrocarril de Mataró y poblaban las avenidas de la carretera que debía recorrer el Excmo. Sr. Juan Prim”.

De los balcones barceloneses se arrojaban octavillas con versos como éstos:

“Si hay nación que intente de nuevo insultarnos
sepan de una vez todas cuantas alumbra el sol,
que España es siempre España, y tiene siempre prontos,
recursos, patriotismo y Ejército Español.”

“D´enemichs la turbamulta
prest lograreu aixafá
escribint ab forta ma:
sapia la nassió mes culta
que á Espanya ningú l´insulta
mentras hi haije un català”.

(De enemigos la turbamulta rápido lograréis aplastar escribiendo con mano fuerte: sepa la nación más culta que a España nadie la insulta mientras haiga un catalán”).

Gerona, un ejemplo de patriotismo


El 3 de julio de 1809 toda la artillería francesa rompía fuego contra el castillo de Montjuich, clave de la conquista de la ciudad según los planes de Saint-Cyr. Un ángulo del baluarte, en el que tremolaba la bandera española, fue destruido por los cañonazos, ante lo que el subteniente Mariano Montoro, de los voluntarios de Vich, se arrojó por la brecha en medio de la lluvia de balas francesas y regresó con la bandera hecha jirones para volver a clavarla en la más alto del castillo.

Como recogería en aquellos días Raimundo Ferrer en su Barcelona cautiva (revista que empezó a publicarse en marzo 1808, impresa por Antonio Brusi), toda Cataluña “desde Tortosa a Puigcerdá y desde Lérida a Rosas, grita entusiasmada ¡Viva la Religión!, ¡Viva Fernando VII!, ¡Viva la Patria!”.

Durante el asedio a Gerona se podía oír por toda España este canto:

“Al arma, españoles, al arma corred,
salvad a la Patria que os ha dado el ser.
Haciendas y vidas todas ofreced,
si os llamáis sus hijos mostradlo otra vez.
¡Viva nuestra España, perezca el francés,
muera Bonaparte y el duque de Berg!
Recuerdo de Sagunto excita nuestro ardor
y cual ella perezca todo buen español.
A Numancia imitad, renuévese su horror,
y antes que ser esclavos muramos con honor”.


El 9 de julio la Junta Superior del Principado de Cataluña emitía una proclama a los habitantes de Gerona solicitando la participación de todos en la lucha contra el invasor:

“Ninguna clase, ningún estado puede eximirse de tomar las armas y organizarse debidamente para repeler la agresión que sufren los derechos del Altar y del Trono, los intereses de la Nación española, su dignidad e independencia”.

La Junta Central ordenó a Blake, general en jefe del ejército de Cataluña, que intentase por todos los medios socorrer a la heroica ciudad. Concentrado en Vich, Blake alentó a los paisanos a que se uniesen a la tentativa de romper el cerco:

“Gerona está haciendo la desesperación de los enemigos al paso que adquiere cada día nuevos derechos a la admiración de la prosperidad. Gerona reclama auxilios sin los cuales su caída amargará la celebridad de sus recientes triunfos. ¿Quién de nosotros dudará en sacrificarse por su alivio? ¡Soldados! ¡Habitantes de Cataluña! ¡Volemos al socorro de esa ciudad por tantos títulos tan ilustre; corramos a participar de la gloria de tan heroicos españoles!”

Los gerundenses conseguían incluso tener humor para cantar coplas como ésta, a pesar del infierno que estaban viviendo a causa del asedio francés:

“-Digasme tu, Girona,
si te n´arrendirás…
-¿Com vols que m´rendesca
si Espanya no vol pas?"

(“-Dime tu, Gerona,
si te nos rendirás…
-¿Cómo quieres que me rinda
si España no quiere?”)

El bilingüismo en Cataluña


Ya en tiempos de Jaime I (S.XIII), era patente el bilingüismo en Cataluña y Aragón. Hecho poco divulgado y de no pequeña importancia en una época en la que es de general creencia que la lengua castellana fue introducida por la fuerza desde tiempos de los Reyes Católicos (S.XV) y especialmente por Felipe V (S.XVIII) y Franco.

Sin embargo, la potencia demográfica de la España castellanófona, su gran extensión y su posición central en la península fueron factores que forzosamente habrían de acabar provocando la hegemonía de una lengua destinada a ser vehículo de comunicación general para todos los habitantes de España, al igual que lo sucedido en muchos otros países de Europa, tan plurilingües como el nuestro, en los que una de sus lenguas acabó por convertirse en la de utilización general sin que nadie se rasgue hoy las vestiduras por ello, a diferencia de lo que sucede en nuestra aldeana, iletrada y alterada España.

Por ejemplo, como demuestran los documentos de aquellos siglos, fue la lengua castellana la utilizada por los reyes aragoneses en su correspondencia tanto con los otros reinos cristianos como con los musulmanes. Ya desde el siglo XIII, e incluso antes, puede afirmarse que el castellano fue la lengua franca que espontáneamente, por la fuerza de los hechos, todos los peninsulares, moros incluidos, tuvieron que utilizar para poder comunicarse entre ellos.

Del mismo modo que la correspondencia oficial, la privada también fue multilingüe. Los reyes aragoneses escribieron en latín, catalán o castellano según quién fuese el destinatario, pudiendo variar la lengua dependiendo del hijo, hermano o pariente al que hubiera de dirigirse.

En cuanto al uso cortesano y parlamentario, el catalán nunca estuvo solo, pues hubo de compartir protagonismo con el latín y el castellano.

En “L´aventura del catlà. Del les Homilies d´Organyà al nou estatut” de A. Branchadell, Ed. L´esfera dels llibres, Barcelona 2006, pag.61 podemos leer:

“Contrariamente a lo que pueda creerse, considerando la mitología del personaje y la novedad objetiva de que su crónica prescindiese del latín, Jaime I no se caracterizó por un gran uso del catalán. A la vista de la documentación de su reinado, que conservamos en el Archivo de la Corona de Aragón, Josefina Font ha señalado que de los numerosos pergaminos que se conservan “muy pocos fueron escritos en catalán” (el primero, del año 1239): de registros, en catalán, hay más, sobre todo referidos a la lugartenencia de su hijo Pedro; y de las cartas reales diplomáticas sólo dieciocho de ciento ochenta y siete fueron escritos total o parcialmente en catalán”.