martes, 1 de junio de 2010

Fernando Sor


El que pasaría a la historia por ser el compositor para guitarra más importante del siglo XIX nació en Barcelona el 13 de febrero de 1778.

De familia acomodada, estudió música en la escolanía de Montserrat, de donde salió para ingresar en la academia de oficiales del Ejército, siguiendo la tradición militar de su familia.

Con diecisiete años se alistó voluntario para luchar contra los franceses en la Guerra de la Convención (Guerra Gran).

Cuando los franceses entraron en España en 1808 se encontraba viviendo en Málaga. En abril de ese año se había trasladado a Madrid, donde asistió al levantamiento del 2 de mayo. Ante los violentos hechos madrileños Sor se alistó de nuevo en el ejército, si bien su actividad fue más importante en el campo musical: a él se debió la música del Himno de la Victoria –con letra de Juan Bautista Arriaza- que entonaron las tropas del general Castaños al hacer su triunfal entrada en la capital de España tras la victoria de Bailén, y que pronto sería cantado por todo el país. Un extracto de aquel himno:


“Venid, vencedores, de la Patria honor,
recibid el premio de tanto valor.
Tomad los laureles que habéis merecido,
los que os han rendido Moncey y Dupont.
Vosotros, que fieles habéis acudido
al primer gemido de nuestra opresión.
Venganza os llamaba de sangre inocente,
alzasteis la frente que jamás temió.
Y al veros, los dueños de tantas conquistas
huyen como aristas que el viento arrolló.
Vos de una mirada que echasteis al cielo
parasteis el vuelo del Águila audaz;
Y al polvo arrojasteis con iras bizarras
las alas y garras del ave rapaz.
Llegad ya, provincias, que valéis naciones,
ya vuestros pendones deslumbran al sol:
pálido el Tirano tiembla, y sus legiones
muerden los terrones del suelo español.
¡Oh, qué hermosos vienen! ¡Su porte, cuán fiero!
¡Cuál suena el acero! ¡Cuál brilla el arnés!
Estos son guerreros valientes y bravos,
y no los esclavos del yugo francés.
Funesto es el día, francés orgulloso,
y el campo ominoso que pisas también:
la sombra de Alfonso, con iras más bravas,
su gloria en las Navas defiende en Bailén.
¡Oh, cuán claros veo brillar en sus ojos
los fieros enojos que van a vengar!
¡Oh, cuánto trofeo que ganó su espada,
verá consolada la Patria en su altar!
¡Oh Patria, respira de males prolijos,
descansa en los hijos que el cielo te dio!
ni temas que el arte falte a su fortuna:
soldados la cuna naciendo los vio.
Tiempo es ya que altiva la frente levantes,
pues llegan triunfantes los hijos del Cid.
Venid, vencedores, columnas de honor,
la Patria os da el premio de tanto valor”.


La alegría, sin embargo, duraría poco. Ante la derrota de Bailén un contrariado Napoleón se ponía en persona al mando de la invasión de España, que sería consumada tras una brillante campaña y con la que restauraría a su hermano José en el trono.

Los restos del vencido ejército español y numerosos civiles huyeron hacia Andalucía ante el irrefrenable empuje del ejército imperial. Sor fue uno de los que se refugiaría en Sevilla, donde se había establecido la Junta Central. Durante su estancia en la capital andaluza en 1809 compondría otro himno patriótico, con letra del mismo Arriaza y que también conseguiría gran eco popular, Los defensores de la Patria. A continuación podéis leer un extracto de aquel himno:


“Partamos al campo, que es gloria partir.
La tropa guerrera nos llama a la lid.
La Patria oprimida con ayes sin fin
convoca a sus hijos, sus ecos oíd.
iQuién es el cobarde, de sangre tan vil,
que en rabia no siente sus venas hervir!
¡Quién rinde sus sienes a un yugo servil,
viviendo entre esclavos, odioso vivir!
Sabrá el suelo patrio de rosas cubrir
los huesos del fuerte que espire en la lid.
Mil ecos gloriosos dirán: Yace aquí
quien fue su divisa triunfar o morir
Vivir en cadenas
¡Cuán triste vivir!
Morir por la Patria
¡Qué bello morir!”.


Sor fue nombrado capitán del regimiento de voluntarios de Córdoba, si bien es posible que no llegase a entrar en combate debido a la fulminante ocupación francesa, que abortó buena parte de los intentos de organizar la resistencia. Éste fue el momento clave en la vida de Fernando sor. Su ideología liberal y el hecho de creer consolidado el poder napoleónico en España le llevaron, al igual que a numerosos afrancesados, a prestar juramento de fidelidad a José Bonaparte y a trabajar en la nueva administración ocupando el cargo de comisario de la provincia de Jerez, para lo cual su conocimiento de la lengua francesa hubo de ser factor primordial.

A pesar de esta colaboración con el invasor, la fidelidad política de sor no acabaría nunca por quedar aclarada. Aunque no saldría a la luz en el momento de su composición (1812) sino bastantes años después, durante su actividad como funcionario de la administración napoleónica en Andalucía compondría la Canción relativa a los sucesos de España desde la partida del rey Fernando VII hasta el fin del año 1812 –más conocida por su verso inicial A dónde vas, Fernando incauto-, en la que trasladó al pentagrama, a la vez que una justificación de su actitud, sus amargas reflexiones sobre la división nacional que la guerra había provocado, división que deploraba y que, sin duda, correspondía a lo que él mismo sentía como patriota español y, a la vez, partidario de las ideas surgidas de la Revolución Francesa.

En esta ocasión, Sor fue el autor tanto de la música como de la letra:


“A dónde vas, Fernando incauto, no salgas de tu nación,
mira que un pueblo que te adora sabe quién es Napoleón;
Huye del lazo que te tiende, burla su ardid y su intención
(…).
Mas como el bueno a todos juzga según su noble corazón,
juzgó Fernando incompatible con la diadema la traición,
de la amistad dudar no supo aquel que engaños estudió,
silencio impuso a sus vasallos y su camino prosiguió
(…).
El que su amigo se llamaba, que le ofreció su protección,
le despojó de su corona y en castillo le encerró.
Los españoles, irritados contra perfidia tan atroz,
juran vengar a su monarca y honrar el nombre de Español:
A un tiempo el grito de venganza por toda España resonó,
y todos toman por divisa su Rey, su Patria y Religión
(…).
Por otra parte los malvados que de España son borrón,
se entregan al asesinato, al robo y la devastación;
y sirve el nombre de Fernando de impunidad a la agresión.
Los españoles dividieron en este caso la opinión;
los que evitar quieren estragos recurren a la sumisión;
juzgan inútil y aun funesta tan pertinaz obstinación,
y que la lucha proseguida completará su destrucción.
Los que imaginan que la Patria puede encontrar su salvación
por otros medios diferentes, huyen al último rincón
(…).
La triste España hecha el teatro de la desgracia más atroz,
mira a sus hijos divididos; ¡Oh desventura la mayor!…
Éste a aquél trata de insensato, y aquél a aquéste de traidor…
mal haya amén el ambicioso que ocasionó tal división.
Oh Dios inmenso, que leyendo en el humano corazón
ves cuáles son mis sentimientos y mis deseos cuáles son,
une los votos españoles, cese la fiera disensión;
vivamos todos como hermanos, que así prospera una nación”.


Tras tres años de guerra, los franceses acabaron evacuando el país que tan poco les había costado ocupar y que se había mostrado imposible de vencer. El afrancesado Sor hubo de salir de España junto los franceses y unos cuantos miles de compatriotas en su misma situación.
Sor jamás regreso a su patria.

Los últimos años de su vida, retirado de la actividad concertística y dedicado al profesorado, fueron muy amargos para Sor. Su esposa y su hija adolescente murieron con pocos años de diferencia, lo que le dejó solo y amargado. Además, un cáncer de lengua le privó del habla, y tras una larga y dolorosa agonía, le provocó la muerte el 8 de julio de 1839.

3 comentarios:

Celes dijo...

Un enemigo común nos haría dejarnos de tantas trivialidades que solo sirven para hacernos daño continuamente. Después de todo.. hace tan solo 200 años de la guerra de la independencia.

Anónimo dijo...

Mal vamos si no somos capaces de aclarar las cosas y necesitamos una guerra con un "enemigo comun", para solucionar nuestros problemas.

Celes dijo...

Totalmente de acuerdo contigo Anónimo ¡ Mala solución una guerra !
Quizá la solución pase por educarnos a todos en la fraternidad y no sembrar la cizaña y despertar continuamente los fantasmas de nunca acabar, pero parece hoy por hoy no va por ahí la cosa.
Un saludo