martes, 1 de noviembre de 2011

Alfonso XII y Cataluña




El nuevo rey, Alfonso XII, con la aureola de su juventud y simpatía, así como las esperanzas que suscitaba –según constata Soldevila- eligió como lugar de llegada a su reino el puerto de Barcelona, que le ofreció un recibimiento entusiasta, parece que al menos tan sincero y auténtico como en los mejores precedentes de sus regios antepasados… “Madre mía –decía el rey en telegrama a su madre, la reina Isabel- el recibimiento que me ha hecho Barcelona excede a mis esperanzas y excedería a tus deseos…”

Don Alfonso visitó el Fomento del Trabajo Nacional y en respuesta al discurso del presidente Pedro Bosch y Labrús, discurso proteccionista, dijo:

“Si lograse hacer de toda España una Barcelona, estoy seguro de que habría hecho de mi patria una gran nación”.

Una comisión le entregó al rey Alfonso XII  un Memorial que se titulaba “Memoria en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña”, más conocido como “Memorial de Greuges” (más información:

http://elprincipatdecatalunya.blogspot.com/2009/11/memorial-de-greuges.html)

La comisión estaba integrada por personalidades de la taya de Jacinto Verdaguer, Àngel Guimerà o Federic Soler. Ante este memorial el rey expresó:

“Cataluña puede llevarse la seguridad de que seré su abogado, y abogado convencido, en las cuestiones de su industria y de sus leyes, porque en cuanto a la primera soy proteccionista y tan individualista como la comisión en lo que respecta a la segunda”.

Los catalanes en la historia de España, págs. 209-211

Jordi Pujol


Joan Cortada


"Desde ella (Guerra de Independencia) ha cundido por España un nuevo orden de ideas que han traído un nuevo orden de hechos; cesaron esas rivalidades, menguaron esos odios (por la Guerra de Sucesión), y las diferencias que todavía existen son hijas del carácter y de las tendencias particulares, cuya extinción es imposible; pero que un gobierno sabio debe estudiar, tener siempre en cuenta, conllevar hasta donde el ataque pueda ser peligroso; y de esta manera el tiempo, auxiliado por la prudencia y el talento, harán que los catalanes sean cual los demás españoles, así como los mismos medios conseguirán que un andaluz se diferencie menos de un gallego, un valenciano de un navarro, de lo que se diferencian en nuestros días.

Quiera el cielo que esta obra se lleve a cabo; y entonces los nombres de los antiguos reinos que han venido a formar la nación española, le servirán tan solo para señalar los territorios, mas no para significar diferencias de más importancia y trascendencia.
Entre tanto los catalanes, como súbditos de la Corona de España, consideran a los demás españoles como a hermanos, y su único anhelo es ver grande y poderosa la patria común, para lo cual nunca dejarán de contribuir con todo el esfuerzo de que son capaces. Perdóneseles el noble orgullo de querer estar a la cabeza del comercio, de la navegación y de la industria de España, que no disputan ellos a las demás provincias otras glorias que respetan y que admiran, porque en su carácter está acatar todo aquello en que hay importancia y hay grandeza.  Perdóneseles que tal cual vez en verso y prosa escriban la lengua de sus padres, la que les enseñó en la cuna el cariño de la madre, la que usan para alabar a Dios y para postrarse a los pies del sacerdote. (…) Santo es el amor a la patria, y la patria nuestra es Cataluña".

Joan Cortada i Sala, “Cataluña y los catalanes” páginas 61 y 62.


Joan Cortada (Barcelona, 1805 - Sant Gervasi de Casoles, 1868)

Renunció a su empleo de agente fiscal de la Audiencia de Barcelona (1828) para dedicarse a la literatura. 
Fue catedrático de la Universidad de Barcelona.
Colaboró en el Diario de Barcelona (1838-1841), bajo el seudónimo de Abem Abulema, y en El Telégrafo, con la firma de Benjamín.

Cortada adaptó su novela La heredera de Sangumí para hacer años más tarde el libreto de la ópera Gualtero de Monsonís (1857), que se convierte en la primera producción lírico-dramática de autor español que pone en escena el Liceo de Barcelona; otro libreto de ópera suyo fue Arnaldo de Erill. Tradujo al catalán La Fuggitiva de Tomás Grassi con el título de La noia fugitiva (1834), pero prefirió siempre el castellano y en él escribió sus obras históricas Las revueltas de Cataluña (1838) y también Cataluña y los catalanes (1860), esta última una defensa de la autonomía de Cataluña dentro de España.

Pronunció el discurs presidencial de los juegos florales de Barcelona, el 1864, a la restauración de los cuales (1859) había contribuido decisivamente.